A las 07.00 am abre la recepción con el desayuno y a esa hora ya tenemos todo listo en el coche para poder emprender la marcha en cuanto acabemos de desayunar; zumos, bollería, cereales y café componen el menú en estos hoteles que sirven la primera comida del día sin muchas pretensiones. Aún así a nosotros nos vale para recargar el depósito y disponer de energía para el día que se avecina.
Cuando nos incorporamos a la 395 se aprecia
una neblina que en principio nos lleva a la especulación porque no sabemos muy
bien si se trata de humo de algún incendio cercano o tal vez simplemente sean
nubes bajas. Nos adelantan varios camiones de bomberos y los fantasmas nos
asaltan, debe haber algún fuego activo en Yosemite o sus inmediaciones y el
tema obviamente nos preocupa. Sobrepasamos el desvío que conduce al Tioga Pass
porque antes queremos hacer una pequeña visita, aunque sea para ver desde la
distancia el Mono Lake que se ubica poco después de la población de Lee Vining.
Aparcamos en el Visitor Center y caminamos
un corto trecho hacia la senda que desciende hasta la orilla del lago. Las
aguas se aprecian desde esta posición pero la nitidez no es la adecuada para
poder apreciar en fotografías el entorno. Accedemos al interior del edificio
para echar un ojo y de paso buscar información sobre posibles fuegos activos.
Ni rastro de ellos, aunque el pronóstico del tiempo impreso en un papel
desalienta a cualquiera, hay previsión de cielos nublados y tormentas para los
tres próximas jornadas.
Con cierta pesadumbre volvemos al coche y
buscamos el desvío al Tioga Pass. La carretera nos depara fantásticas vistas y
un paisaje que tiende a ser árido y yermo a medida que ganamos altitud,
típicamente montañoso. No obstante el cielo parece querer dar una tregua y
lejos de tornarse plomizo comienza a clarear y a mostrar manchas azules que
borran las nubes. Hacemos alguna parada para ver los torrentes de agua que son
llevados ladera abajo por la fuerza imparable de la gravedad.
Cuando el ascenso finaliza aparece el
Ellery Lake a nuestra izquierda y más tarde el Tioga Lake. Cruzamos la caseta
de los rangers y nos proveen de mapas y folletos de Yosemite National Park; las
coníferas empiezan a poblar las montañas que nos rodean. Hacemos un primer alto
en el Lembert Dome, enorme mole de granito por cuya base paseamos, para luego
proseguir por la zona conocida como Tuolumne Meadows. Es septiembre y el verano
ha secado las verdes praderas que ahora lucen un color amarillo que caracteriza
al pasto seco. Aun así quedan algunos pequeños lagos o estanques de agua por
los que merece la pena hacer un alto en el camino y contemplarlos.
Al pasar por el Visitor Center de esta zona
volvemos a realizar otra parada para solicitar información sobre posibles
incendios, pero la suerte nos sonríe, no hay ningún fuego activo. Los árboles
comienzan a ceñirse más y más a las cunetas hasta que forman un tupido telón
que es acorde con lo que se espera del conocido parque californiano. Varios
grupos de personas practican la escalada en los macizos graníticos que jalonan
el descenso de la carretera, hasta que un gran claro se abre a nuestra izquierda
y aparece ante nosotros el Tenaya Lake.
El lugar es idílico ,con una playa de arena
natural que nos permite sentarnos en un tronco seco a disfrutar de los tibios
rayos de sol, que se filtran en un cielo azul salpicado de algodonosas nubes.
Tomamos un snack bajo esta estampa de postal y luego recorremos la playa hasta
su extremo más alejado de la carretera. Siguiendo camino por la carretera a
pocas millas llegamos al Olmsted Point, lugar estratégico desde el que
apreciamos por primera vez la silueta del Half Dome, a pesar de una bruma que
impide una visión completamente clara. Volvemos a tomarnos nuestro tiempo para
leer los paneles informativos del aparcamiento y relajarnos con las vistas
panorámicas de 360º que ofrece el lugar.
El descenso se vuelve más pronunciado y los
miradores y las curvas se convierten en la nota predominante de la Tioga Road
en este tramo. De esta forma llegamos a Crane Flat donde giramos a la izquierda
para tomar la Big Oak Flat Road en dirección a Yosemite Valley. Los incendios
de años anteriores han dejado cicatrices visibles en las zonas boscosas, que se
presentan como grandes brechas de masas arbóreas calcinadas. Se atraviesan dos
túneles que se intercalan con distintos miradores, desde los que se puede ver
parte del valle y tener una panorámica que alguno puede llegar a confundir con
la que se observa desde el Tunnel View, mucho más majestuosa que la que desde
aquí se aprecia.
La Big Oak Flat Road sigue bordeando el río
Merced por su margen izquierdo, luego desemboca en El Portal Road y ésta última
cruza al margen derecho del río a través de Pohono Bridge (un puente de piedra)
para dirigirse al fondo del valle por la Southside Drive, carretera de sentido
único (hacia el este). Llegamos a la bifurcación de la Wawona Road que tomamos
apenas unos metros para dejar el coche en el aparcamiento del inicio del trail
de las Bridalveil Falls. En apenas 10 minutos se llega a la base de la cascada,
que con presencia de agua debe ser espectacular, pero que no tenemos la suerte
de ver ya que la época de estío la ha secado por completo.
Nuestra intención es llegar al Curry
Village donde pernoctaremos hoy para hacer el check-in y descargar el coche.
Para ello seguimos avanzando por el Southside Drive dejando a nuestra izquierda
El Capitán, mole granítica que llama la atención nada más verla y que
impresiona por su verticalidad y por su volumen. Después de superar varias
zonas de camping llegamos a la recepción del Curry Village, donde nos registramos
y recibimos nociones para evitar posibles visitas no deseadas de osos que
habitan el parque. Hay que volver a coger el coche para llegar a una explanada
de tierra que hace las veces de aparcamiento del Curry Village; aquí dejamos el
coche mostrando bien visible la tarjeta que nos han dado y que permite aparcar
en calidad de huéspedes.
Localizamos nuestra cabaña de lona y vemos
que hay hueco para aparcar justo en su parte trasera, así que acercamos el coche
para no tener que cargar con el equipaje. Lo primero que hacemos es poner a
buen recaudo la comida y útiles de aseo e higiene en el arcón anti-osos, y
después nos acomodamos. La cabaña dispone de dos camas, luz suministrada por un
generador, toallas, sábanas y mantas. Nuestra reserva corresponde a una tienda
sin calefacción; para pasar la noche nos hemos traído nuestros sacos de
acampada de verano que ocupan poco espacio y son ligeros.
Después de familiarizarnos con las zonas
comunes, las duchas, los baños y la propia tienda nos preparamos unos bocadillos
que nos tomamos en el exterior; la temperatura es agradable pero el cielo poco
a poco se está cubriendo y el color gris predomina en él. Nos aseguramos de
dejar el arcón bien cerrado con un candado (lo hemos traído desde España) y nos
montamos en el coche para seguir explorando Yosemite. Conducimos por el
Northside Drive y pasamos por el pie de El Capitán, aún más majestoso cuando se
aprecia tan de cerca. En el cruce que nos indica dirección Wawona por la
carretera 41 giramos y comenzamos el ascenso hasta llegar al aparcamiento del
Tunnel View. La decepción es notable porque la neblina impide la estampa de
postal que se aprecia desde este punto. A duras penas se vislumbra El Capitán
que ocupa el primer plano del cuadro, pero por detrás de él un espeso manto
blanco oculta la panorámica completa de Yosemite Valley con el Half Dome al
fondo.
A sabiendas de que a mayor altura las
vistas no van a mejorar, aún quedan varias horas de luz y queremos exprimir lo
que Yosemite nos pueda ofrecer en estas condiciones climatológicas. Conduzco
por la 41 en busca del cruce con la Glacier Point Road, a la que se accede tras
un pronunciado viraje. La conducción por estos parajes supone un placer para
los sentidos y se disfruta de manera plena. Ganamos altura y el musgo cubre la
corteza de muchos árboles; sobrepasamos la zona de aparcamiento desde la que se
accede vía trail al Sentinel Dome y al Taft Point y tras unos giros enrevesados
alcanzamos el punto en el que la carretera muere, el Glacier Point.
Paseamos hasta
los distintos miradores desde los que intuimos la figura del Half Dome, porque
realmente no se llega a ver. Se puede vislumbrar la posición de las Vernal
Falls y las Nevada Falls pero no llevan tanta agua como para discernirlas con
claridad. La neblina tampoco deja ver con nitidez el fondo del Yosemite Valley,
varios centenares de metros más abajo. Con cierta decepción volvemos al coche,
estamos preocupados porque el pronóstico del tiempo tampoco mejora mucho para
los dos próximas jornadas y nos sabemos si vamos a poder disfrutar del parque
en óptimas condiciones.
Volvemos a la
zona de aparcamiento de la que parten los trails al Sentinel Dome y al Taft
Point. Optamos por hacer el segundo trail que se convierte en un agradable
paseo por el medio del bosque con avistamiento continuo de ardillas que
juguetean entre los troncos. El camino llega a un espacio más abierto y que se
acerca paulatinamente al borde de un precipicio. Este trail es conocido como
Taft Point and The Fissures e inmediatamente sabemos el porqué de la segunda
parte del nombre. En el terreno se aprecian tajos de enormes proporciones en la
roca que permiten ver a través de ellos parte del paisaje del parque;
impresiona su profundidad y los encuadres que deparan.
Un poco más allá
se ve la barandilla que protege la caída desde el Taft Point, vertiginoso
mirador situado al borde de un cortado rocoso vertical de varios cientos de
metros de caída. Aquí los que padezcan de vértigo han de abstenerse porque la
barandilla supone un simple punto de seguridad. Cuando nos colocamos en el
borde, que para nada obstruye las vistas ni la sensación de vacío que aquí se
tiene, uno se siente minúsculo. Es una lástima que la neblina no permita una
observación con más profundidad desde el mirador pero ha sido un acierto llegar
hasta aquí porque el lugar resulta impactante.
Tomamos un
pequeño snack antes de volver a atravesar el bosque en dirección al coche. Nos
planteamos caminar por el Rim Trail hasta enganchar con el sendero que lleva a
la cima del Sentinel Dome, pero la escasa visibilidad para apreciar vistas
distantes nos acaba por echar para atrás y volvemos al aparcamiento con la idea
de descender hacia Yosemite Valley. En el camino de vuelta nos cruzamos con un
zorro gris que camina despreocupado por el arcén de la carretera, parece que
está acostumbrado a los coches y ni altera su paso cuando nos detenemos a su
lado.
Volvemos a pasar
por el Tunnel View donde el panorama que vimos antes sigue dominando la
situación, apenas se ve el valle con la neblina que hay. Queda apenas media
hora de luz y decidimos hacer algo que llevamos posponiendo varias jornadas,
principalmente por falta de tiempo. Buscamos el Housekeeping Camp, donde se
ubica la única lavandería del parque y después de obtener monedas en una
máquina de cambio nos disponemos a realizar nuestra primera colada al “estilo
americano”.
En la lavandería
un joven atiende el puesto de toallas para las duchas que pertenecen al
Housekeeping Camp y le hacemos varias preguntas sobre los tiempos de los ciclos
de lavadoras y secadoras. Compramos un sobre monodosis de jabón, ponemos la
lavadora que tarda 30 minutos en completar su trabajo y luego nos vemos
obligados a utilizar 3 ciclos de 10 minutos de secadora para que la ropa deje
de estar húmeda. Para matar los tiempos de espera nos damos un paseo por las
instalaciones del camping y vemos como algunos se esmeran por preparar unas
buenas ascuas para la inminente barbacoa que les proporcionará la cena.
Hace rato que es
noche cerrada y cuando hemos doblado toda la ropa abandonamos la lavandería
camino a nuestra tienda del Curry Village. Conseguimos aparcar muy cerca de
ella; estamos cansados y no nos apetece desplazarnos para cenar así que comemos
algo de nuestra particular despensa y nos metemos en el saco bastante temprano.
A ver si mañana el tiempo da alguna tregua y podemos seguir disfrutando de
Yosemite. Lo que hemos visto hoy nos ha dejado encantados, es un parque
distinto a los que hemos visitado jornadas atrás pero nos gustaría verlo con
una mejor luz para apreciar todos sus matices.
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