Buscamos un Walgreens cercano en el que
compramos zumo, batido y algo de bollería para desayunar. A pocos metros la
parada del bus 47 está repleta de escolares que pacientemente aguardan la
llegada del transporte. Montamos en el bus y llegamos hasta el extremo norte de
Van Ness Avenue; aquí es donde anoche nos despedimos del asustadizo chino que
conocimos.
Caminamos hasta Ghirardellli Square, aún es
temprano y los negocios no han abierto. Damos un paseo por Maritime National
Park, donde la gente nada en aguas cercanas a la orilla y otros corren los
espacios que para ello ofrece esta área verde. Y todo lo realizan con vistas a
barcos y veleros atracados en un cercano muelle y como telón de fondo la isla
de Alcatraz.
No tardamos en localizar el inicio/final de
línea del cable car Powell/Hyde. Queremos sacarnos una fotografía subidos al
cable car remontando Russian Hill y con la bahía y la isla de Alcatraz de
fondo. Como aún falta un rato para que el siguiente cable car inicie la ruta,
hacemos parte del ascenso caminando y cuando vemos venir el vehículo María se
monta mientras yo continúo caminando para hacer las veces de fotógrafo. Nos ha
vuelto a sonreír la fortuna porque el día es magnífico, luce el sol y el cielo
es de un azul intenso.
Entre unas cosas y otras hemos llegado al
cruce de la línea del cable car con Lombard Street. Ayer bajamos en coche, hoy
lo hacemos a pie y en esta ocasión somos nosotros los que esperamos el paso de
los vehículos para ver como negocian las apretadas y reviradas curvas. Varios
vecinos cuidan y riegan las flores que decoran el famoso tramo de esta
pintoresca calle.
A pie y en continuo descenso hacia la bahía,
vamos observando las casas de estilo victoriano que salpican la ciudad y que
abundan en algunos barrios. Finalmente llegamos a The Cannery, antiguo almacén
y fábrica de conservas que evolucionó
para albergar a día de hoy un centro comercial en un llamativo edificio de
ladrillo rojo. A lo largo de Jefferson Street caminamos en dirección este
haciendo paradas para ver los escaparates de las tiendas que nos llaman la
atención, incluso existen varios locales que venden marisco fresco que
mantienen vivo en enormes tanques.
Hacemos una pequeña incursión en el Fish
Alley, último vestigio de lo que fue el puerto pesquero de San Francisco. Un
poco más adelante accedemos al Pier 45 y pasamos por delante de la Fisherman´s
and Seaman´s Memorial Chapel, pequeña capilla que se construyó en memoria de todos
los que murieron en el mar; aquí se llega atravesando varios muelles de madera.
Posteriormente bordeamos grandes naves industriales para llegar al punto de
amarre del Submarino US Pampanito y de la embarcación llamada SS Jeremieh
O’Brien; se trata en ambos casos de supervivientes de la flota naval americana
que prestaron servicio durante la II Guerra Mundial.
Retornamos a Jefferson Street por la que
continuamos avanzando guiados por los enormes letreros que al fondo anuncian la
presencia del famoso Pier 39, justo cuando la calle pasa a llamarse The
Embarcadero. En él hay mucho ambiente; enormes cantidades de visitantes van y
vienen en contraste con el ambiente solitario del muelle que pudimos ver la
noche anterior. Nos dirigimos a uno de los puntos clave del pier; hay un
pequeño entablado de madera habilitado para que un grupo de leones marinos
retocen al sol y lancen al viento sus gruñidos. Son alimentados para
mantenerlos en el lugar y actuar como foco de atención para los turistas.
Disfrutando de la agradable mañana pasamos
un rato contemplando los animales para luego proseguir el paseo por la zona
comercial del pier incluyendo parada en el carrusel veneciano de madera que a
día de hoy sigue prestando servicio. Aunque no lo parezca hace calor y caminar
con pantalón largo resulta incómodo así que optamos por hacer los trayectos más
largos en transporte público, así que nos dirigimos a la parada inicio/fin
de línea del cable car que nos queda por probar, el Powell-Mason que se ubica
en el cruce de Bay Street & Taylor Street. Los operarios repiten el ritual
de dar la vuelta manualmente al cable car cuando éste llega a la estación.
Giramos en Columbus Avenue y nos apeamos en
las cercanías del parque Washington Square Park, muy frecuentado por homeless,
y que se sitúa frente a la iglesia Saints Peter and Paul Church, también
conocida como la iglesia de los pescadores. El reluciente y blanco exterior del
templo religioso al que accedemos contrasta con un oscuro interior que
visitamos brevemente. Nos encontramos en el barrio conocido como North Beach donde
hay una comunidad de italianos. El único vestigio visible del barrio son
algunos restaurantes temáticos del país transalpino y unas pocas banderas
tricolores diseminadas en aceras y farolas.
A la salida tomamos Filbert Street en
dirección este y caminamos por sus duros repechos hasta llegar a un tramo de
escaleras que desemboca en la parte sur de los jardines del Pioneer Park que
rodean la Coit Tower. Desechamos la opción de pago para subir a lo alto de la
torre y nos conformamos con recorrer sus jardines y exteriores para tener
vistas panorámicas de todos los puntos importantes de la ciudad y de la propia
bahía. El día permite bonitas estampas donde se funden azules de cielo y mar.
Nos llama la atención la vista que desde aquí se divisa del Oakland Bay Bridge,
menos famoso que el Golden Gate, pero tan o más espectacular que éste.
Va siendo hora de comer y sacamos partido
del bus 39 que para en la misma puerta de la Coit Tower, lo tomamos hasta
Columbus Avenue, nos apeamos y caminamos varias calles en busca de Kearny
Street, donde se encuentra el House of Nanking, un restaurante de comida china.
Casi al llegar al local reparamos en un peculiar edificio que hace esquina, el
American Zoetrope, famoso por ser un edificio que albergó estudios de cine fundados
por Francis Ford Coppola y George Lucas.
A pesar de lo pequeño del restaurante y del
poco espacio que separa las mesas no tenemos dificultad para que nos acomoden y
pedimos sendos platos del menú diario que vienen acompañados con arroz en forma
de guarnición. La comida está muy buena y difiere bastante de la
occidentalizada comida china que llega a España. Pero es que este barrio chino
de San Francisco es bastante genuino, hemos hecho algún intento de compras en
pequeñas tiendas de la zona y carecían de datáfono para pago con tarjetas y los
dueños no hablaban ni una palabra de inglés; un barrio chino auténtico y con
esencia.
Volvemos a callejear por el barrio y nos
metemos en algunas de sus tiendas antes de tomar el cable car en dirección
oeste en California Street. Vamos a visitar la Grace Cathedral que se erige
como uno de los puntos más emblemáticos del barrio de Nob Hill. Este barrio
destaca por la presencia de los mejores hoteles de la ciudad y así nos lo
anuncia un señor de origen mexicano con el que entablamos conversación en el
trayecto.
La Grace Cathedral luce un exterior que
guarda cierta similitud arquitectónica con la famosa Notre Dame de París.
Accedemos por una puerta lateral siguiendo el consejo que nos ha dado el
mexicano para evitar pagar la entrada (más tarde comprobamos que el acceso es
gratuito) y nos sorprende un interior decorado con cordones de colores que
penden del techo y por los amplios murales que decoran todas las paredes del
templo. Salimos por la puerta principal que llama la atención por estar tallada
en metal con todo lujo de detalles.
Bordeamos el Huntington Park para llegar al
cercano cruce de Sacramento Street & Mason Street; aquí se levanta el
bloque de apartamentos conocido como Brocklebank Apartments, que aparece en el
film Vértigo como residencia de la protagonista principal. Volvemos a coger el
cable car en dirección este hasta llegar a su parada final donde nos apeamos.
Caminamos por el distrito financiero hasta llegar a la zona de Embarcadero y
entramos a la terminal que sirve como base de operaciones a los ferrys que
operan en esta zona.
La parte trasera del edificio es un área
tranquila y abierta al mar, donde lo más representativo es la estatua de Ghandi
rodeada por gaviotas que revolotean en busca de comida. Nos sentamos a descansar
y a observar desde esta posición bastante cercana el Oakland Bay Bridge y el
tráfico que circula por sus calzadas en dos niveles superpuestos. Buscamos en
Market Street el bus 2 que a través de la Sutter Street nos lleva hasta Japantown,
el barrio de la ciudad en el que se acumula gran parte de la población nipona.
El centro neurálgico del barrio es el Japan
Center, un centro comercial cubierto dividido en dos partes por una zona
exterior donde destaca una la Peace Pagoda, una construcción con forma de
templo japonés donada por la ciudad de Osaka. Durante un buen rato recorremos
el centro comercial donde predominan entre otros muchos locales los
restaurantes de temática japonesa que exponen en sus entradas réplicas hechas
de cera de los platos que en ellos se pueden degustar.
Abandonamos caminando el barrio japonés y
hacemos una parada en la modernista Cathedral of St Mary of the Assumption con
un interior de amplísima bóveda y cuyo exterior destaca por las formas
parabólicas de su cubierta. En nuestro camino topamos con otro templo, en este
caso la construcción que combina colores rojos y amarillos en su fachada, de St
Mark’s Lutheran Church. Desembocamos en Van Ness Avenue y en cinco minutos
estamos en el hotel donde agradecemos el reparador descanso que nos brinda una
pequeña siesta.
Después de un merecido descanso volvemos a
lanzarnos a las calles de San Francisco; caminamos por la O’Farrell Street
hacia el centro de la ciudad hasta llegar al cruce con Mason Street donde
giramos para dirigirnos al Micheller Bar. Se trata de una moderna cervecería
donde se pueden degustar varias docenas de variedades, tanto americanas como
del resto del mundo. Después de tomarnos unas cervezas y picar algo caminamos
por Hallidie Plaza y palpamos el ambiente que respira en las calles próximas a
Union Square, que a estas horas podemos ver iluminada.
Accedemos al Macy’s y tomamos el ascensor a
la última planta; nos ponemos en la lista de espera para cenar en The
Cheesecake Factory y después de 45 minutos conseguimos mesa. Es la primera vez
que visito un local de esta franquicia y me resulta bastante interesante.
Cenamos unas ensaladas y nos reservamos para el postre. Ya me había fijado
durante la espera en el mostrador de las tartas de queso, especialidad de la
casa, y sus múltiples variedades. Había puesto el ojo en la Red Velvet, con
bizcocho rojo, cobertura de crema de queso y chocolate blanco laminado; algo
difícil de resistir para los muy golosos como yo.
Con el estómago lleno salimos a Union Square
y en el cruce de Geary Street & Powell Street no tardamos en dar con la
parada del bus 38 que nos dejará en Van Ness Avenue, hacemos caso así a la
dueña china de nuestro hotel sobre la forma más conveniente de volver por la
noche desde el centro en transporte público. Después de más de dos semanas como
nómadas y de cambiar de hotel a diario se agradece repetir noche en el mismo
sitio, y más si se está a gusto en él, como es el caso. Mañana nos quedan cosas
interesantes por hacer en San Francisco y parece que el clima seguirá siendo
muy favorable.
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