Son las 6.15 am cuando abandonamos el
parking del Stratosphere y nos encaminamos hacia Death Valley. A estas horas el
tráfico es inexistente y no tenemos problemas para salir de la ciudad y enfilar
la 160 que nos conduce hasta Pahrump. El paisaje es bastante monótono con el
único registro de un terreno desértico en el que de vez en cuando aparece algún
matorral bajo y algún ejemplar del ya conocido por nosotros Joshua Tree.
Estamos sobreaviso y hacemos una parada técnica
en Pahrump con doble objetivo. Primero repostamos combustible y llenamos el
depósito con el precio más bajo de la gasolina que hemos visto por ahora en
USA. Después de preguntar a un lugareño continuamos por breve espacio de tiempo
hacia el norte hasta toparnos con un Wallmart. Aquí nos explayamos haciendo la
compra, porque durante los próximos días será difícil encontrar dónde
avituallarse y además pasaremos varias jornadas en Yosemite. El supermercado ya
cuenta entre los productos que ofrece a los clientes con una amplia variedad de
objetos y dulces para la próxima fiesta de Halloween, incluso vende calabazas
de las que luego se emplean para decorar las casas.
Un poco más al norte y saliendo de la
población, desde la misma 160, hay un desvío bien señalizado hacia la izquierda
que nos marca el camino hacia Death Valley. Es una carretera estrecha y con
poco tráfico que depara una conducción interesante a medida que el paisaje va
cambiando y se va haciendo más árido. Desayunamos en marcha cinnamon rolls y
zumo, hoy no hay tiempo que perder. En un momento dado la carretera vira más de
90 grados y se afronta un tramo recto que es cruzado por el límite entre los
estados de Nevada (al que decimos adiós), y California (que nuevamente nos da
la bienvenida).
Llegamos al cruce con Amargosa Opera House
and Hotel, un antiguo teatro reformado por una bailarina que buscó su retiro en
esta zona, y tomamos la 190 que es la que nos acaba por dejar en las
inmediaciones del Death Valley. Se trata de un parque nacional donde el Anual
Pass es válido. En su entrada sur nos detenemos frente al cartel que da la
bienvenida a los visitantes para tomar la foto de rigor y coincidimos en este
punto con un autobús de turistas holandeses.
Seguimos nuestra marcha hacia el norte hasta que las señales que marcan el desvío hacia Dantes View aparecen. La carretera gana altura y cada vez las curvas se enrevesan más hasta llegar a un aparcamiento en el que el viento azota fuerte y de manera continuada. Del parking parte un sendero que discurre por un collado y permite ver varios cientos de metros más abajo el conocido como “valle de la muerte” en toda su extensión. Simplemente impresionante.
Volvemos al coche y agradecemos el refugio
que nos ofrece ante el vendaval reinante. Retornamos al cruce con la 190 y
giramos a la izquierda en dirección norte. El siguiente punto de interés es el
Twenty Mule Team Canyon; es un camino no asfaltado de sentido único que
transcurre entre dunas y terreno ondulado de colores ocres, blancos y dorados. Disfrutamos
de la soledad del paraje porque es un punto poco transitado por vehículos y
hemos tenido la oportunidad de recorrerlo en solitario. El nombre del lugar
procede de las carretas empleadas para transportar el bórax y que eran tiradas
por 10 parejas de mulas. Los paisajes nos sorprenden positivamente porque es
difícil imaginar que un terreno tan yermo pueda deparar estampas tan coloridas
y fotogénicas.
Retornamos a la
misma carretera (pero unas millas más atrás) que no abandonamos hasta encontrar
el desvío al siguiente lugar que tenemos marcado como interesante; el Zabriskie
Point. El coche se deja en una explanada pavimentada y se sube a pie un corto
repecho de tierra hasta un mirador que permite vistas del efecto “olas” que
generan las rugosidades del terreno de un color dorado intenso. En el Twenty
Mule Team Canyon hemos apreciado el terreno a ras de suelo, desde aquí se hace
con una posición más elevada y por lo tanto más amplia. No importa, son
paisajes que llaman la atención en cualquier caso.
Hay que seguir por
la 190 hasta el cruce con Furnace Creek Inn para girar nuevamente a la
izquierda hacia Badwater Basin. Primero dejamos a la izquierda el desvío para
el inicio del Golden Canyon Trail del que decidimos prescindir, el sol ya está
en todo lo alto y el calor es agobiante y además pensamos que los paisajes que
nos puede deparar son parecidos a los que nos han mostrado las dos últimas
paradas.
Donde sí giramos es
en el desvío a la derecha que nos lleva al Devils Golf Course (El Campo de Golf
de los Diablos) que recibe su curioso nombre porque es un terreno plagado de
piedras de tamaño medio cubiertas por una película de sal (por eso su
superficie tiene un color blanquecino). El terreno es tan irregular, tan lleno
de recovecos, tan difícil de caminar que debe ser una maldición jugar aquí unos
hoyos de golf y extraviar la pelota.
Abandonamos el
lugar por donde vinimos y giramos a la derecha hasta alcanzar la Badwater
Basin. Ante nosotros se dibuja claramente la superficie blanca y salada de un
lago seco y agrietado donde el termómetro marca la máxima temperatura que hemos
visto en el día de hoy, 113ºF lo que equivale a 45ºC. Desde el aparcamiento se
ve un letrero colgado en una de las paredes rocosas que circundan la “vasija”
que marca el nivel al que está el mar, 86 metros por encima de la sal que nos
rodea. Este lugar es donde se registró el record de temperatura en el planeta 134°F
(56.7 C).
Caminamos por un
entablado de madera bajo el que la sal se extiende; sorprendentemente debajo de
esa gruesa capa hay agua que se puede ver aflorar en algunos puntos y resulta
interesante meter la mano en ella para notar el contraste de temperatura,
notablemente más fría el agua que el aire del lugar. Nos adentramos unos metros
en la mancha blanca y palpamos su superficie, incluso llego a raspar con el
dedo la dura placa de sal para comprobar su sabor.
Hemos podido
comprobar en carnes propias la gran diferencia de temperatura existente entre
Dantes View y Badwater Basin, con una diferencia de 18ºC. Tratando de refrescarnos
con las bebidas que portamos en la nevera, damos media vuelta y nos dirigimos
por la Badwater Basin Road hacia el este hasta encontrar el desvío de la
Artists Palette. Es otra carretera de sentido único, con continuos toboganes,
cambios de rasante, curvas y contracurvas que mantienen al conductor en estado
de permanente atención y excitación al volante. Hacemos varias paradas para
inspeccionar las panorámicas que deparan algunos recovecos interesantes hasta
que llegamos al emplazamiento que da nombre al lugar; bajo el sol abrasador la
oxidación de los distintos minerales muestra al observador una paleta
multicolor que fue la inspiración y el porqué de tan curiosa nomenclatura.
Toca descender en
el coche hasta el fondo del valle y abandonar el entretenido “rally” con el
coche hasta que retornamos al cruce con la 190. Seguimos nuevamente hacia el
norte y atravesamos la zona de Salt Creek hasta llegar a las Mesquite Flat Sand
Dunes. Nos detenemos en el aparcamiento para poder contemplar los montículos de
fina arena que se alejan de la carretera y se adentran en el desierto varios
cientos de metros. Es hora de iniciar la salida del Death Valley, un lugar muy
interesante con paisajes diferentes que nos ha sorprendido para bien. Y lo
hacemos por el área conocida como Stovepipe Wells Village.
Algunos carteles
avisan de que en las próximas 20 millas hay un ascenso continuado por lo que el
motor puede sufrir sobrecalentamiento. No me arriesgo y desconecto el aire
acondicionado, bajamos las ventanillas y para una mejor refrigeración del motor,
conecto la calefacción y dirijo el aire caliente hacia el parabrisas y las
ventanillas. Resulta efectivo y nos permite despreocuparnos de la temperatura
del radiador. Si impresionante es la entrada al valle desde el este, más espectacular
es salir de él por el norte. Cuando alcanzamos la cima del Towne Pass (1.511
metros de altitud) comienza un descenso que nos depara rectas kilométricas y
paisajes sobrecogedores por su extensión, grandes barrancos y tramos de
carretera al borde de abismos.
Sigue haciendo
mucho calor fuera y hablando con María decidimos continuar la marcha hasta Lone
Pine. En este pueblo hacemos un alto en el camino y comemos unas ensaladas que
compramos en el supermercado. Sin mucha más dilación retomamos la marcha por la
395 superando Big Pine y Bishop. Paulatinamente el entorno comienza a cambiar y
la vegetación va ganando peso y presencia. Nos estamos acercando a una zona de
montaña y así nos lo avisa la presencia del lago Crowley, de un intenso color
azul y que protagoniza la primera estampa de postal en este entorno.
La carretera
empieza a ascender y las coníferas tiñen el paisaje con su color verde y esta
es la tónica hasta alcanzar el desvío hacia Mammoth Lakes por la 203.
Atravesamos la población y a primera vista el pueblo nos gusta con sus casas de
madera guardando consonancia con las construcciones típicas de estas zonas.
Esta localidad es famosa por los lagos que se convierten en temporada de verano
en lugar ideal para practicar la pesca, el senderismo y la acampada. Los meses
más fríos dan paso a la nieve y la estación invernal se hace dueña absoluta del
protagonismo.
A nuestro paso por
la localidad vemos una lavandería y tomamos mentalmente nota de su situación
(necesitamos lavar algo de ropa después de dos semanas de viaje), también vemos
la ubicación del hotel pero seguimos adelante sin detenernos porque queremos
sacarle partido a las horas de luz que quedan en la zona de los lagos, conocida
como Mammoth Lakes Basin, sólo tenemos que proseguir por la 203 que se
convierte en la Lake Mary Road.
Lo primero con lo
que nos topamos es con los Twin Lakes y un cartel informativo con un mapa de la
zona. Las cabañas de madera salpican las orillas de los lagos y cuando
avanzamos por la pista asfaltada que los rodea podemos ver las Twin Falls con
un menguado caudal, aunque aportan el agua necesaria para llenarlos. Seguimos
las indicaciones para llegar al Horseshoe Lake; una de sus orillas presenta una
imagen fantasmagórica con árboles secos, como si hubieran sido antaño pasto de
las llamas. Leemos el panel informativo y conocemos la verdadera razón; hubo un
movimiento sísmico en la zona que liberó un gas nocivo para la vida vegetal que
conllevó que los árboles se secaran. Una orilla fue afectada y presenta la imagen
fantasmal mientras que la otra no sufrió daños.
Abandonamos el
Horseshoe Lake situado en la periferia del área y aparcamos justo sobre la
parte alta de la caída de agua conocida como Twin Falls y que ya vimos antes
desde otra perspectiva; desde aquí la visión de los lagos es más completa y
contrasta con un cielo que se tiñe de diversos colores a medida que el sol
pierde altura. Al otro lado de la carretera se extiende el Lake Mamie que nos
depara la estampa de algún pescador realizando lances con su caña en busca de
esquivas capturas.
Un viento frío y
desapacible ha comenzado a soplar de forma ligera pero no es óbice para que
prosigamos con la visita que a continuación nos lleva al Lake George, solitario
y con varias casas de madera que se elevan de manera silenciosa en la zona del
aparcamiento. Volvemos al Lake Mary por el que pasamos anteriormente de soslayo
y recorremos todo su contorno para disfrutar de si quietud y de la puesta de
sol que en estos momentos se está produciendo. Los ciervos comienzan a salir de
la espesura del bosque y se dejan ver cerca de caminos y carreteras. Los
campistas se afanan en preparar sus barbacoas y sus tiendas de campaña para
pasar la noche.
Regresamos en
dirección a Mammoth Lakes cuando a unos 40 metros por delante del coche un
bulto negro aparece entre la vegetación del arcén izquierdo, cruza la carretera
al trote y desaparece por la margen derecha lanzándose entre los arbustos de la
pronunciada pendiente. María y yo nos miramos con asombro. ¡Síiiiii, acabamos
de ver un oso! Con la emoción del reciente avistamiento llegamos al Rodeway
Inn Wilwood, picamos el timbre de la recepción y aparece un hombre de la India.
Le pedimos información sobre la lavandería, una cervecería de fabricación
propia que hay en el pueblo y en la que estamos interesados, un restaurante y
sobre las normas de seguridad a seguir por la presencia de osos.
Hemos leído en
algún cartel que está prohibido alimentar a estos animales; evidentemente se
acostumbrarían a ello y a la presencia humana lo que les haría perder su miedo
al hombre y también su instinto natural para buscar comida en la naturaleza. El
recepcionista nos dice que no dejemos alimentos dentro del coche, que lo
llevemos todo a la habitación porque los osos merodean libremente por el aparcamiento
del hotel y por las calles del pueblo.
Después de
acomodarnos bajo a recepción a descargar las fotos de alguna de las tarjetas de
memoria en un pendrive que llevo encima; el chico indio me ha dado permiso para
utilizar el ordenador y es mejor completar esta tarea ahora que tenemos la
opción al alcance de la mano. Cuando terminamos se nos ha hecho tarde para ir a
la cervecería que teníamos previsto visitar y tampoco tenemos suerte en la
lavandería; al llegar a ella cotejamos que la hora de cierre es más temprana de
lo que nos habían comentado en el hotel, por lo que nos vamos a cenar ya que el
hambre aprieta.
Llegamos al
Burgerestaurant en busca del plato estrella de su carta, la hamburguesa de
búfalo, pero se les ha agotado el género así que sufrimos una pequeña
decepción. No pasa nada, tenemos hambre y aquí hemos venido a mitigarla así que
ordenamos hamburguesas súper de ternera y de pavo, una por cabeza. La camarera
nos advierte de que son grandes y que ella en alguna ocasión no ha podido hacerse
con ellas. Por otro lado tenemos suerte porque en el restaurante sirven la
cerveza fabricada en la localidad, la que se fabrica en Mammoth Lakes Brewing
Company. Analizamos el día extenuante que hemos vivido y en el que hemos pasado
de amanecer en una ciudad frenética como Las Vegas hasta llegar a una zona de
naturaleza y tranquilidad fascinante como es Mammoth Lakes y sus alrededores,
sin olvidar la hazaña de atravesar Death Valley, tal vez una de las regiones
más áridas e inhóspitas del planeta.
Con el trajín de la
jornada estábamos hambrientos y sobra decir que no dejamos ni las migajas de
las hamburguesas, a pesar de la advertencia que nos hizo la camarera. A nuestro
regreso al hotel hacemos una parada en una cercana gasolinera para repostar ya
que mañana entraremos en Yosemite y queremos llevar el depósito de combustible lleno.
Ponemos un rato la calefacción en la habitación, estamos a 2.400 metros de
altitud y refresca. Hoy seguro que dormimos a pierna suelta.
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