lunes, 24 de noviembre de 2014

Death Valley, inhóspito e impactante - (jueves, 18 de septiembre de 2014)



Son las 6.15 am cuando abandonamos el parking del Stratosphere y nos encaminamos hacia Death Valley. A estas horas el tráfico es inexistente y no tenemos problemas para salir de la ciudad y enfilar la 160 que nos conduce hasta Pahrump. El paisaje es bastante monótono con el único registro de un terreno desértico en el que de vez en cuando aparece algún matorral bajo y algún ejemplar del ya conocido por nosotros Joshua Tree.
 
 
Estamos sobreaviso y hacemos una parada técnica en Pahrump con doble objetivo. Primero repostamos combustible y llenamos el depósito con el precio más bajo de la gasolina que hemos visto por ahora en USA. Después de preguntar a un lugareño continuamos por breve espacio de tiempo hacia el norte hasta toparnos con un Wallmart. Aquí nos explayamos haciendo la compra, porque durante los próximos días será difícil encontrar dónde avituallarse y además pasaremos varias jornadas en Yosemite. El supermercado ya cuenta entre los productos que ofrece a los clientes con una amplia variedad de objetos y dulces para la próxima fiesta de Halloween, incluso vende calabazas de las que luego se emplean para decorar las casas.
 

 
Un poco más al norte y saliendo de la población, desde la misma 160, hay un desvío bien señalizado hacia la izquierda que nos marca el camino hacia Death Valley. Es una carretera estrecha y con poco tráfico que depara una conducción interesante a medida que el paisaje va cambiando y se va haciendo más árido. Desayunamos en marcha cinnamon rolls y zumo, hoy no hay tiempo que perder. En un momento dado la carretera vira más de 90 grados y se afronta un tramo recto que es cruzado por el límite entre los estados de Nevada (al que decimos adiós), y California (que nuevamente nos da la bienvenida).
 
 
Llegamos al cruce con Amargosa Opera House and Hotel, un antiguo teatro reformado por una bailarina que buscó su retiro en esta zona, y tomamos la 190 que es la que nos acaba por dejar en las inmediaciones del Death Valley. Se trata de un parque nacional donde el Anual Pass es válido. En su entrada sur nos detenemos frente al cartel que da la bienvenida a los visitantes para tomar la foto de rigor y coincidimos en este punto con un autobús de turistas holandeses.
 

 

Seguimos nuestra marcha hacia el norte hasta que las señales que marcan el desvío hacia Dantes View aparecen. La carretera gana altura y cada vez las curvas se enrevesan más hasta llegar a un aparcamiento en el que el viento azota fuerte y de manera continuada. Del parking parte un sendero que discurre por un collado y permite ver varios cientos de metros más abajo el conocido como “valle de la muerte” en toda su extensión. Simplemente impresionante.
 



 
Volvemos al coche y agradecemos el refugio que nos ofrece ante el vendaval reinante. Retornamos al cruce con la 190 y giramos a la izquierda en dirección norte. El siguiente punto de interés es el Twenty Mule Team Canyon; es un camino no asfaltado de sentido único que transcurre entre dunas y terreno ondulado de colores ocres, blancos y dorados. Disfrutamos de la soledad del paraje porque es un punto poco transitado por vehículos y hemos tenido la oportunidad de recorrerlo en solitario. El nombre del lugar procede de las carretas empleadas para transportar el bórax y que eran tiradas por 10 parejas de mulas. Los paisajes nos sorprenden positivamente porque es difícil imaginar que un terreno tan yermo pueda deparar estampas tan coloridas y fotogénicas.
 





 
Retornamos a la misma carretera (pero unas millas más atrás) que no abandonamos hasta encontrar el desvío al siguiente lugar que tenemos marcado como interesante; el Zabriskie Point. El coche se deja en una explanada pavimentada y se sube a pie un corto repecho de tierra hasta un mirador que permite vistas del efecto “olas” que generan las rugosidades del terreno de un color dorado intenso. En el Twenty Mule Team Canyon hemos apreciado el terreno a ras de suelo, desde aquí se hace con una posición más elevada y por lo tanto más amplia. No importa, son paisajes que llaman la atención en cualquier caso.
 




Hay que seguir por la 190 hasta el cruce con Furnace Creek Inn para girar nuevamente a la izquierda hacia Badwater Basin. Primero dejamos a la izquierda el desvío para el inicio del Golden Canyon Trail del que decidimos prescindir, el sol ya está en todo lo alto y el calor es agobiante y además pensamos que los paisajes que nos puede deparar son parecidos a los que nos han mostrado las dos últimas paradas.

Donde sí giramos es en el desvío a la derecha que nos lleva al Devils Golf Course (El Campo de Golf de los Diablos) que recibe su curioso nombre porque es un terreno plagado de piedras de tamaño medio cubiertas por una película de sal (por eso su superficie tiene un color blanquecino). El terreno es tan irregular, tan lleno de recovecos, tan difícil de caminar que debe ser una maldición jugar aquí unos hoyos de golf y extraviar la pelota.
 
 


 
Abandonamos el lugar por donde vinimos y giramos a la derecha hasta alcanzar la Badwater Basin. Ante nosotros se dibuja claramente la superficie blanca y salada de un lago seco y agrietado donde el termómetro marca la máxima temperatura que hemos visto en el día de hoy, 113ºF lo que equivale a 45ºC. Desde el aparcamiento se ve un letrero colgado en una de las paredes rocosas que circundan la “vasija” que marca el nivel al que está el mar, 86 metros por encima de la sal que nos rodea. Este lugar es donde se registró el record de temperatura en el planeta 134°F (56.7 C).
 

 
Caminamos por un entablado de madera bajo el que la sal se extiende; sorprendentemente debajo de esa gruesa capa hay agua que se puede ver aflorar en algunos puntos y resulta interesante meter la mano en ella para notar el contraste de temperatura, notablemente más fría el agua que el aire del lugar. Nos adentramos unos metros en la mancha blanca y palpamos su superficie, incluso llego a raspar con el dedo la dura placa de sal para comprobar su sabor.




 
Hemos podido comprobar en carnes propias la gran diferencia de temperatura existente entre Dantes View y Badwater Basin, con una diferencia de 18ºC. Tratando de refrescarnos con las bebidas que portamos en la nevera, damos media vuelta y nos dirigimos por la Badwater Basin Road hacia el este hasta encontrar el desvío de la Artists Palette. Es otra carretera de sentido único, con continuos toboganes, cambios de rasante, curvas y contracurvas que mantienen al conductor en estado de permanente atención y excitación al volante. Hacemos varias paradas para inspeccionar las panorámicas que deparan algunos recovecos interesantes hasta que llegamos al emplazamiento que da nombre al lugar; bajo el sol abrasador la oxidación de los distintos minerales muestra al observador una paleta multicolor que fue la inspiración y el porqué de tan curiosa nomenclatura.
 




 
Toca descender en el coche hasta el fondo del valle y abandonar el entretenido “rally” con el coche hasta que retornamos al cruce con la 190. Seguimos nuevamente hacia el norte y atravesamos la zona de Salt Creek hasta llegar a las Mesquite Flat Sand Dunes. Nos detenemos en el aparcamiento para poder contemplar los montículos de fina arena que se alejan de la carretera y se adentran en el desierto varios cientos de metros. Es hora de iniciar la salida del Death Valley, un lugar muy interesante con paisajes diferentes que nos ha sorprendido para bien. Y lo hacemos por el área conocida como Stovepipe Wells Village.


 
Algunos carteles avisan de que en las próximas 20 millas hay un ascenso continuado por lo que el motor puede sufrir sobrecalentamiento. No me arriesgo y desconecto el aire acondicionado, bajamos las ventanillas y para una mejor refrigeración del motor, conecto la calefacción y dirijo el aire caliente hacia el parabrisas y las ventanillas. Resulta efectivo y nos permite despreocuparnos de la temperatura del radiador. Si impresionante es la entrada al valle desde el este, más espectacular es salir de él por el norte. Cuando alcanzamos la cima del Towne Pass (1.511 metros de altitud) comienza un descenso que nos depara rectas kilométricas y paisajes sobrecogedores por su extensión, grandes barrancos y tramos de carretera al borde de abismos.

Sigue haciendo mucho calor fuera y hablando con María decidimos continuar la marcha hasta Lone Pine. En este pueblo hacemos un alto en el camino y comemos unas ensaladas que compramos en el supermercado. Sin mucha más dilación retomamos la marcha por la 395 superando Big Pine y Bishop. Paulatinamente el entorno comienza a cambiar y la vegetación va ganando peso y presencia. Nos estamos acercando a una zona de montaña y así nos lo avisa la presencia del lago Crowley, de un intenso color azul y que protagoniza la primera estampa de postal en este entorno.
 

 
La carretera empieza a ascender y las coníferas tiñen el paisaje con su color verde y esta es la tónica hasta alcanzar el desvío hacia Mammoth Lakes por la 203. Atravesamos la población y a primera vista el pueblo nos gusta con sus casas de madera guardando consonancia con las construcciones típicas de estas zonas. Esta localidad es famosa por los lagos que se convierten en temporada de verano en lugar ideal para practicar la pesca, el senderismo y la acampada. Los meses más fríos dan paso a la nieve y la estación invernal se hace dueña absoluta del protagonismo.

A nuestro paso por la localidad vemos una lavandería y tomamos mentalmente nota de su situación (necesitamos lavar algo de ropa después de dos semanas de viaje), también vemos la ubicación del hotel pero seguimos adelante sin detenernos porque queremos sacarle partido a las horas de luz que quedan en la zona de los lagos, conocida como Mammoth Lakes Basin, sólo tenemos que proseguir por la 203 que se convierte en la Lake Mary Road.

Lo primero con lo que nos topamos es con los Twin Lakes y un cartel informativo con un mapa de la zona. Las cabañas de madera salpican las orillas de los lagos y cuando avanzamos por la pista asfaltada que los rodea podemos ver las Twin Falls con un menguado caudal, aunque aportan el agua necesaria para llenarlos. Seguimos las indicaciones para llegar al Horseshoe Lake; una de sus orillas presenta una imagen fantasmagórica con árboles secos, como si hubieran sido antaño pasto de las llamas. Leemos el panel informativo y conocemos la verdadera razón; hubo un movimiento sísmico en la zona que liberó un gas nocivo para la vida vegetal que conllevó que los árboles se secaran. Una orilla fue afectada y presenta la imagen fantasmal mientras que la otra no sufrió daños.
 






Abandonamos el Horseshoe Lake situado en la periferia del área y aparcamos justo sobre la parte alta de la caída de agua conocida como Twin Falls y que ya vimos antes desde otra perspectiva; desde aquí la visión de los lagos es más completa y contrasta con un cielo que se tiñe de diversos colores a medida que el sol pierde altura. Al otro lado de la carretera se extiende el Lake Mamie que nos depara la estampa de algún pescador realizando lances con su caña en busca de esquivas capturas.
 


 
Un viento frío y desapacible ha comenzado a soplar de forma ligera pero no es óbice para que prosigamos con la visita que a continuación nos lleva al Lake George, solitario y con varias casas de madera que se elevan de manera silenciosa en la zona del aparcamiento. Volvemos al Lake Mary por el que pasamos anteriormente de soslayo y recorremos todo su contorno para disfrutar de si quietud y de la puesta de sol que en estos momentos se está produciendo. Los ciervos comienzan a salir de la espesura del bosque y se dejan ver cerca de caminos y carreteras. Los campistas se afanan en preparar sus barbacoas y sus tiendas de campaña para pasar la noche.
 





 
Regresamos en dirección a Mammoth Lakes cuando a unos 40 metros por delante del coche un bulto negro aparece entre la vegetación del arcén izquierdo, cruza la carretera al trote y desaparece por la margen derecha lanzándose entre los arbustos de la pronunciada pendiente. María y yo nos miramos con asombro. ¡Síiiiii, acabamos de ver un oso! Con la emoción del reciente avistamiento llegamos al Rodeway Inn Wilwood, picamos el timbre de la recepción y aparece un hombre de la India. Le pedimos información sobre la lavandería, una cervecería de fabricación propia que hay en el pueblo y en la que estamos interesados, un restaurante y sobre las normas de seguridad a seguir por la presencia de osos.

Hemos leído en algún cartel que está prohibido alimentar a estos animales; evidentemente se acostumbrarían a ello y a la presencia humana lo que les haría perder su miedo al hombre y también su instinto natural para buscar comida en la naturaleza. El recepcionista nos dice que no dejemos alimentos dentro del coche, que lo llevemos todo a la habitación porque los osos merodean libremente por el aparcamiento del hotel y por las calles del pueblo.

Después de acomodarnos bajo a recepción a descargar las fotos de alguna de las tarjetas de memoria en un pendrive que llevo encima; el chico indio me ha dado permiso para utilizar el ordenador y es mejor completar esta tarea ahora que tenemos la opción al alcance de la mano. Cuando terminamos se nos ha hecho tarde para ir a la cervecería que teníamos previsto visitar y tampoco tenemos suerte en la lavandería; al llegar a ella cotejamos que la hora de cierre es más temprana de lo que nos habían comentado en el hotel, por lo que nos vamos a cenar ya que el hambre aprieta.

Llegamos al Burgerestaurant en busca del plato estrella de su carta, la hamburguesa de búfalo, pero se les ha agotado el género así que sufrimos una pequeña decepción. No pasa nada, tenemos hambre y aquí hemos venido a mitigarla así que ordenamos hamburguesas súper de ternera y de pavo, una por cabeza. La camarera nos advierte de que son grandes y que ella en alguna ocasión no ha podido hacerse con ellas. Por otro lado tenemos suerte porque en el restaurante sirven la cerveza fabricada en la localidad, la que se fabrica en Mammoth Lakes Brewing Company. Analizamos el día extenuante que hemos vivido y en el que hemos pasado de amanecer en una ciudad frenética como Las Vegas hasta llegar a una zona de naturaleza y tranquilidad fascinante como es Mammoth Lakes y sus alrededores, sin olvidar la hazaña de atravesar Death Valley, tal vez una de las regiones más áridas e inhóspitas del planeta.
 
 
Con el trajín de la jornada estábamos hambrientos y sobra decir que no dejamos ni las migajas de las hamburguesas, a pesar de la advertencia que nos hizo la camarera. A nuestro regreso al hotel hacemos una parada en una cercana gasolinera para repostar ya que mañana entraremos en Yosemite y queremos llevar el depósito de combustible lleno. Ponemos un rato la calefacción en la habitación, estamos a 2.400 metros de altitud y refresca. Hoy seguro que dormimos a pierna suelta.
 

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