Último madrugón del viaje y a las 07.00 am
estamos en recepción dispuestos a desayunar; zumo, café y donuts. Cargamos el
coche con todo el equipaje y ponemos rumbo a Universal Studios. Pero antes
teníamos una cuenta pendiente de saldar, ya que en nuestros primeros días en Los
Angeles no tuvimos ocasión de hacerlo. Hacemos una parada en Randy’s Donuts;
sobre el tejado del pequeño local luce una enorme “rosquilla” que también ha
aparecido en algunas películas. Buscamos entre las monedas sueltas que nos
quedan y compramos un par de donuts que guardamos para más tarde porque
acabamos de desayunar y no tenemos hambre.
Llegamos al parking de Universal Studios
pasadas las 08.30 am y, como ya nos conocemos el tema, aparcamos cerca de la
puerta de acceso al Citywalk. Unos minutos antes de las 09.00 estamos
accediendo al parque y nos dirigimos al Lower Lot. Nos montamos en la atracción
de los Transformers y hasta me da tiempo a sacarme fotografías con uno de ellos
en la entrada. No hay nadie en la cola, así que según salimos por una puerta
volvemos a entrar por la otra y repetimos. Después nos vamos a la montaña rusa
de La Momia y la operación se repite, poca cola y montamos dos veces seguidas.
Abandonamos el Lower Lot prescindiendo de Jurassic Park, no queremos mojarnos
porque más tarde nos tocará volar.
En el Upper Lot esperamos una cola de 30
minutos para entrar en The Simpsons y a la salida aguardamos pacientemente
hasta que es la hora en la que Homer y Marge aparecen. Como los estábamos
esperando y sabía por dónde salían avanzo rápidamente hacia ellos y tomo la
delantera a los niños (¡qué poca vergüenza tengo¡) y me saco la foto de rigor.
¡¡¡Me hacía ilusión!!! Nos cruzamos el parque no sin antes parar en la plaza
central, donde también coincidimos con varios personajes con los que nos
fotografiamos. Entre ellos Doc (Regreso al Futuro), Bob Esponja, el Pájaro
Loco, Shaggy y Scooby Doo, Bitelchus, Drácula, Frankestein y una doble de
Marylin Monroe.
La última atracción que visitamos es la de “Gru,
mi villano favorito” para divertirnos un rato con los minions; apenas hay cola
de espera y cuando salimos nos topamos con las niñas de la película, con las que
también nos sacamos algunas fotos. Es mediodía y abandonamos el parque donde
hemos exprimido nuestras últimas horas en la ciudad. Comemos en el Citywalk y
aquí nos despedimos de las franquicias de comida rápida probando un Johnny
Rockets. La comida está bastante buena; hamburguesas, perritos y batidos.
De camino al aeropuerto hacemos una breve incursión en Beverly Hills ya que nos pilla de paso. Aparte del fotografiado cartel que se encuentra en los accesos de la famosa zona residencial circulamos por Rodeo Drive pasando por delante del Beverly Hills Four Seasons Hotel que aparecía en la película "Pretty Woman". Con ayuda del GPS buscamos la localización de un par de casas empleadas para filmar exteriores de las viviendas de algunas de las parejas protagonistas de la serie de televisión "Modern Family".
Ponemos rumbo a Alamo para devolver nuestro
coche; justo en la misma calle llenamos el tanque de combustible para cumplir
con la política de lleno-lleno que habíamos solicitado. El trámite de la
devolución es rapidísimo. Revisamos bien el coche para no olvidar nada y
comprobamos el cuentakilómetros (en este caso “cuentamillas”). Hemos recorrido
2.900 millas, unos 6.300 kilómetros y no hemos tenido ningún percance mecánico.
El coche ha sido testigo mudo de nuestras aventuras y guarda en sus bajos, en
su interior y en su carrocería, polvo y tierra de los 4 estados que hemos
visitado. Un compañero fiel durante estos 25 días.
Aún nos queda algo por hacer antes de tomar
el shuttle de Alamo que nos llevará a la terminal del aeropuerto. Entramos en
el edificio y buscamos algún viajero español pero no hay suerte por lo que nos
dirigimos a un par de chicas que parecen ser extranjeras y les ofrecemos la nevera portátil de plástico que
nos regalaron en el hotel de Inglewood al inicio del viaje. Les explicamos que
nuestra aventura termina y que les vendrá bien en la suya. Finalmente se quedan
con ella así que la nevera volverá a recorrer carreteras solitarias y caminos
polvorientos.
La conductora del shuttle a pesar de su
menuda talla se da buena maña para colocar las grandes maletas de los viajeros.
El servicio de transporte anuncia las aerolíneas que operan en cada una de las
8 terminales del aeropuerto, así que no hay equívoco. Facturamos no sin antes
comprobar el peso de nuestras dos maletas en una báscula libre y nos vemos
obligados a redistribuir el peso entre ellas para que no nos pongan problemas.
Cuando nos deshacemos de los bultos y tenemos las tarjetas de embarque nos
bebemos los últimos Dr Pepper que habitaban hasta hace un rato en la nevera
portátil; aún están fríos. Acabamos con las patatas fritas que nos quedan y
culminamos con las rosquillas de Randy’s Donuts.
Sólo nos queda esperar en la terminal para
embarcar. El despegue nos permite ver desde el cielo californiano el pier de
Santa Mónica que ya está iluminado; nos despedimos de Los Angeles y de los
Estados Unidos. Nos toca afrontar un vuelo de más de 11 horas que pasamos en su
mayor parte durmiendo. No hay contratiempos y solo el último paso es recoger el
equipaje a nuestra llegada a Barajas (llegamos el lunes 29/09 a las 14.30 pm).
Las maletas vienen más llenas que cuando nos marchamos. Pero hay algo que no
aporta peso en nuestro equipaje y sin embargo representa lo más importante; la
cantidad de recuerdos y anécdotas que nos traemos después de un maravilloso Road
Trip por la costa oeste americana.
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