Hemos programado la alarma para las 06.00
am y cuando suena notamos que el descanso ha sido reparador; dentro del saco no
hemos pasado frío y no ha habido (que nosotros hayamos notado) visitas de osos.
A pesar de dormir dentro del saco únicamente con una camiseta de manga corta, el
frío no se ha hecho notar. Desayunamos en la propia tienda y nos
aseguramos de recoger todas nuestras cosas y cargarlas al coche antes de
partir. El día, sorprendentemente, ha amanecido soleado.
En el exterior de la tienda oteo a mí
alrededor y veo el cielo azul, incluso puedo divisar con total claridad la
silueta de la mole que compone el Half Dome, bajo la cual hemos dormido hoy.
Hacemos una parada en la recepción del Curry Village para dejar las llaves; de
paso nos tomamos un café que sirven a modo de cortesía y paramos en el
vestíbulo principal para conectarnos a la wifi disponible, contactar con los
familiares y de paso cotejar el pronóstico meteorológico para el día de hoy.
Puede haber tormentas por la tarde pero hasta esa hora la cosa pinta bien, por
lo que hay que aprovechar.
Tomamos el camino que nos lleva al Glacier
Point. La primera parada obligada es la del Tunnel View. Hay una ligerísima
neblina flotando en el ambiente pero no nos aparta del objetivo, que no es otro
que observar la famosa imagen de Yosemite Valley desde este punto. El Capitán
en primer plano es antesala de un valle que se extiende en su parte posterior
como si lo hiciera en el tubo de un catalejo. A la derecha del lienzo faltan
por la escasez de agua las Bridalveil Falls y dejan un hueco incompleto en la
imagen; al fondo la media cúpula del Half Dome preside desde la distancia la
panorámica. Ha costado tener una visión limpia desde el Tunnel View pero ha
merecido la pena la espera.
El trayecto hacia Glacier Point nos resulta
conocido pero no por ello pierde emoción conducir por estos paisajes. Hoy, a
diferencia de ayer, el sol brilla y se filtra entre las copas de los árboles
añadiendo un crisol de luces y sombras a la estampa. Aún es temprano y el
aparcamiento del Glacier Point no rebosa actividad, así que es fácil encontrar
un hueco dónde dejar el coche. En esta ocasión sí es posible observar desde los
distintos puntos del mirador la combinación del verde de los bosques, del azul
del cielo y del gris de las moles graníticas. Incluso se puede ver el fondo del
valle y divisamos, entremezcladas entre la masa arbórea, las tiendas de lona que
nos han brindado refugio durante la noche pasada.
Glacier Point debería ser una parada
marcada en rojo para todos los visitantes de Yosemite, desde aquí arriba el
valle y el propio parque alcanzan otra dimensión. Nos tomamos con tranquilidad
el paso por este punto; incluso vemos como los más atrevidos llegan caminando a
través del Four Mile Trail, que parte del propio valle para llegar al Glacier
Point. Tenía ganas de hacer este trail pero ha quedado en el tintero por
problemas de logística; no importa, cualquier excusa es buena para querer
volver a este parque.
Cuando consideramos que nos hemos recreado
lo suficiente en Glacier Point volvemos al coche y buscamos hueco para dejarlo
en el parking del Sentinel Dome; se nota que es sábado porque hay más coches y
además el clima acompaña. Tenemos fortuna y un coche abandona el lugar justo
cuando nosotros llegamos. El sendero parte hacia la derecha y al principio
transcurre a la sombra de grandes árboles y por un terreno que a veces es
irregular. No muy lejos se eleva la cúpula semiesférica del Sentinel Dome en
cuyas estribaciones muere el sendero del trail.
Siguiendo los carteles de madera, ya que el
trazo del camino se difumina sobre el terreno rocoso, iniciamos un breve pero
extenuante ascenso que nos deja sobre la redondeada cima del Sentinel Dome.
Esta ubicación es privilegiada porque permite una panorámica completa de 360º y
es posible divisar como se expande el Yosemite National Park en todas las
direcciones. Coincidimos con un grupo de españoles a los que pedimos que nos
saquen unas fotografías y todo deriva en la inevitable charla acerca del
devenir de nuestros respectivos viajes y lo que nos queda por ver.
Después de tomar un tentempié descendemos
con cuidado por la empinada ladera hasta volver a conectar con el camino que
nos lleva al inicio del trail y por lo tanto al coche. De nuevo toca disfrutar
de la conducción, en este caso en sentido descendente, por la Glacier Point
Road. Y nos desquitamos de la mala suerte del día anterior volviendo a hacer un
alto en nuestra marcha en el Tunnel View. El sol ahora está en su punto más
alto, por lo tanto las moles graníticas apenas proyectan sombra y se tiene una
vista maravillosa del valle y todos los elementos que lo rodean. Una imagen
indeleble se graba en nuestras retinas.
El Visitor Parking que forma el cogollo del
Yosemite Valley está repleto de vehículos. Es sábado y aunque sería deseable no
haber hecho coincidir nuestra visita al parque en fin de semana, es imposible
ajustar el calendario para que cuadre por completo a nuestra conveniencia
durante todas las jornadas. No hay problema, conseguimos aparcar sin dificultad
y nos dirigimos a un puesto de información que se emplaza dentro de una enorme
tienda portátil de lona. Pedimos información sobre el trail conjunto de las
Vernal Falls más las Nevada Falls. Está completamente abierto y la amable
señora nos indica la mejor forma de llegar allí en bus.
A la sombra de unos árboles y cerca del
parking de motocicletas nos montamos un improvisado picnic, la nevera portátil
nos sirve de mesa y tomamos fuerzas de cara a la caminata que afrontaremos por
la tarde. A pie nos desplazamos hasta la parada número 10 del servicio de
shuttle gratuito del parque; para llegar a ella tenemos que atravesar en
Village Store, una especie de mini-supermercado donde se venden provisiones a
los campistas y también souvenirs a los visitantes.
Tomamos el bus y llegamos hasta la parada
número 16, donde nos indicaron que debíamos apearnos. Un rápido paso por los
aseos y partimos desde el punto conocido como Happy Isles, atravesando por un
puente el río Merced y bordeándolo hasta llegar a un camino cementado con una
fortísima pendiente en ascenso. Nuevamente notamos el hecho de ser sábado, hay
muchísima gente y se aprecia más aquí, que en otros puntos del parque.
El camino cementado concluye en el Vernal
Falls Footbridge, puente desde el que se pueden ver en la lejanía las Vernal
Falls. Continuamos el ascenso por el Mist Trail, que discurre por el lado
derecho del río Merced. La subida se endurece y pasa a ser una sucesión de
tramos escalonados que en primera instancia permiten ver el pie de las
cataratas, donde varios excursionistas aprovechan la balsa de agua para darse un
baño. El spray que forma la catarata al romper en las rocas forma un arco iris
cuya imagen nos anima a afrontar el último tramo de subida, realmente duro, con
escalones pequeños y muy altos que obligan a un sobreesfuerzo.
La recompensa se alcanza en la parte alta,
desde donde se puede ver el inicio de la caída de las Vernal Falls. Convenzo a
María para seguir adelante hacia las Nevada Falls, pero antes hacemos un largo
descanso en un tramo de río con aguas remansadas que ofrecen un oasis de paz
sólo interrumpido por los gritos y chapoteos de unos turistas japoneses. La
subida prosigue hasta llegar a un punto que conecta el camino de invierno (John
Muir Trail), más largo y tendido con el camino de verano (Mist Trail), más
largo y pronunciado. Seguimos el Mist Trail hasta que en un momento dado se
atraviesa un puente de madera desde el que tenemos una primera visión de las
Nevada Falls.
A partir de este punto se camina por el
margen izquierdo del río y a medida que ganamos altura la presencia de
excursionistas disminuye. El camino deja su trazo claro para convertirse en una
especie de escorrentía cubierta de rocas, pero por fortuna la señalización es
adecuada y no titubeamos en ningún momento. La subida es dura pero seguramente
sea más sencilla de realizar que la bajada, dado el terreno de roca suelta y
con gran inclinación por el que avanzamos. Casi cuando estamos a punto de
coronar escuchamos el estruendo de un trueno.
El clima, como en cualquier zona de
montaña, cambia rápidamente y aunque abajo en el valle el cielo aparece
despejado las nubes de tormenta se acumulan en la posición a la que estamos
llegando, debido al efecto de barrera natural que producen las elevaciones
montañosas. Alcanzamos la meseta superior y un cartel advierte de que el
descenso es conveniente hacerlo por el John Muir Trail. Supone más distancia
pero mejor terreno, sobre todo si las rocas por las que acabamos de ascender se
mojan con la lluvia, porque se pueden convertir en una pista de patinaje.
Tomamos una chocolatina y algo de fruta y
hacemos caso a las indicaciones de los carteles y a las de un chico americano
que nos señala el camino a seguir. Veo con cierta tristeza el cartel que marca
la distancia hasta el Half Dome, hago otra muesca en mi libreta de asuntos
pendientes para un futuro cercano. En apenas unos minutos atravesamos una zona
de planicie y vemos a varias personas descansando plácidamente mientras
meriendan al borde del río, totalmente ajenas a los truenos y relámpagos que se
han apoderado del cielo de Yosemite. Paramos el tiempo justo en el inicio de la
caída de agua de las Nevada Falls para enfilar el descenso hacia el valle.
El John Muir trail depara vistas
espectaculares de las Nevada Falls y no puedo evitar detenerme varias veces
para tomar fotografías, y eso a pesar de que las primeras gotas comienzan a
mojarnos. María aprieta el paso y rápidamente me pego a ella. Los truenos
estallan provocando un ruido ensordecedor y los gruesos goterones comienzan a
caer con más fuerza. Dejamos atrás la zona más descubierta y entramos en un
tramo más boscoso, lo que permite protegernos parcialmente de la lluvia. Sin
embargo por un momento la tormenta arrecia y nos vemos obligados a parar para
guardar móviles y cámaras en bolsas de plástico que eviten que se mojen y se
estropeen. Hemos olvidado los chubasqueros en el coche, ¡qué cabeza la
nuestra!
Seguimos avanzando y durante 10
minutos el agua cae con fuerza pero la masa arbórea nos parapeta. Empieza a
escampar pero hemos permanecido suficiente tiempo bajo el agua como para mojarnos ligeramente. Llegamos al Clark Point y prestamos atención al mapa para
seguir la dirección correcta que nos mantiene en el John Muir Trail. El terreno
prosigue en suave descenso y ahora que ha dejado de llover nos permite
disfrutar de esta parte del recorrido. Ha habido un instante en que nos hemos
imaginado bajo una peligrosa tormenta en medio de la montaña, pero el momento
más crítico ha pasado, estamos cerca del puente de madera desde el que
avistamos por primera vez las Vernal Falls y debido al calor que hace nuestra
ropa ya está seca de nuevo.
Una breve parada para beber agua y pasar
por los aseos y sólo nos queda dejarnos caer por el tramo cementado en busca de
la parada del bus. Justo cuando llegamos a ella aparece el shuttle, nos
montamos y nos apeamos en la parada número 1, pegada al Visitor Parking
donde dejamos nuestro coche. Valoramos la excursión positivamente, a pesar de
las pequeñas inclemencias que hemos tenido que sufrir, el trail es recomendable
al cien por cien.
Por hoy hemos tenido bastante y va siendo
hora de poner rumbo a Oakhurst donde pernoctaremos. Es imposible resistirse a
una parada en el Tunnel View; cada vez que se pasa por este punto, la imagen que
depara nunca defrauda y no dejamos pasar la ocasión. El cielo tormentoso se ha
resquebrajado en varios sitios coincidiendo con la inminente puesta de sol, lo
que propicia un atardecer espectacular, lleno de matices y colores cambiantes.
A lo largo de la Wawona Road paramos en varias ocasiones para disfrutar de un
espectáculo que no todas las tardes se puede contemplar; al final hemos tenido
suerte con el clima, en todos los sentidos.
Cuando la luz del crepúsculo se ha
extinguido por completo ya no quedan motivos para buscar miradores desde los
que observar el fenomenal atardecer; ahora nuestra preocupación se centra en la
carretera plagada de curvas y el brillo amenazante de ojos de animales en las
cunetas dispuestos a saltar al asfalto. Por suerte a ningún ciervo le da por
hacer de kamikaze. Las luces en el porche del Wawona Hotel nos sacan
momentáneamente de la soledad de la carretera, pero volvemos a ella hasta
alcanzar Oakhurst y el Pine Rose Inn, hotel donde dormiremos hoy.
Tocamos el timbre y nadie responde,
insistimos. Finalmente aparece un hombre que dice ser amigo del dueño, quien se
encuentra durmiendo porque la noche anterior estuvo enfermo. De repente hace
acto de presencia este último y se disculpa. Nos acompañan a nuestra habitación
y nos dicen como acceder con el coche al patio inferior. Después de descargar
el equipaje no perdemos más tiempo y cogemos de nuevo el coche para dirigirnos
a un restaurante-cervecería de Oakhurst para cenar en él.
En el corto trayecto comienza a caer una
tromba de agua que a duras penas nos permite ver las líneas de la carretera y
los carteles indicativos; gracias al GPS y a la intuición encontramos el South
Gate Brewing Company. Todas las mesas están ocupadas y mientras esperamos a que
alguna se libere el barman nos da unas muestras de sus cervezas de elaboración
casera para que elijamos. Nos sentamos a cenar y nos sacamos la espina de un
par de días antes; en esta ocasión sí que hay disponible hamburguesa de búfalo
que compartimos acompañada de corazones de berenjenas fritos. El día ha sido
largo, las caminatas extenuantes y queremos terminar con buen sabor de boca la
jornada así que tomamos postre acompañado de cerveza negra del local que marida
perfectamente con el dulce.
De vuelta a nuestro alojamiento la
carretera casi se ha secado y ponemos atención a los cruces para no
despistarnos a la mañana siguiente porque pretendemos volver a Yosemite. Han
transcurrido dos semanas completas de nuestra llegada a Estados Unidos; el
tiempo ha pasado volando y eso es buena señal. Ni siquiera la copiosa cena es
impedimento para conciliar el sueño con un agotamiento que no deja de
acumularse. Y a pesar de ello deseamos que el siguiente día llegue rápido para
ver cosas nuevas.
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