lunes, 24 de noviembre de 2014

Yosemite, mucho que explorar - (sábado, 20 de septiembre de 2014)

Hemos programado la alarma para las 06.00 am y cuando suena notamos que el descanso ha sido reparador; dentro del saco no hemos pasado frío y no ha habido (que nosotros hayamos notado) visitas de osos. A pesar de dormir dentro del saco únicamente con una camiseta de manga corta, el frío no se ha hecho notar. Desayunamos en la propia tienda y nos aseguramos de recoger todas nuestras cosas y cargarlas al coche antes de partir. El día, sorprendentemente, ha amanecido soleado.

En el exterior de la tienda oteo a mí alrededor y veo el cielo azul, incluso puedo divisar con total claridad la silueta de la mole que compone el Half Dome, bajo la cual hemos dormido hoy. Hacemos una parada en la recepción del Curry Village para dejar las llaves; de paso nos tomamos un café que sirven a modo de cortesía y paramos en el vestíbulo principal para conectarnos a la wifi disponible, contactar con los familiares y de paso cotejar el pronóstico meteorológico para el día de hoy. Puede haber tormentas por la tarde pero hasta esa hora la cosa pinta bien, por lo que hay que aprovechar.


Tomamos el camino que nos lleva al Glacier Point. La primera parada obligada es la del Tunnel View. Hay una ligerísima neblina flotando en el ambiente pero no nos aparta del objetivo, que no es otro que observar la famosa imagen de Yosemite Valley desde este punto. El Capitán en primer plano es antesala de un valle que se extiende en su parte posterior como si lo hiciera en el tubo de un catalejo. A la derecha del lienzo faltan por la escasez de agua las Bridalveil Falls y dejan un hueco incompleto en la imagen; al fondo la media cúpula del Half Dome preside desde la distancia la panorámica. Ha costado tener una visión limpia desde el Tunnel View pero ha merecido la pena la espera.

El trayecto hacia Glacier Point nos resulta conocido pero no por ello pierde emoción conducir por estos paisajes. Hoy, a diferencia de ayer, el sol brilla y se filtra entre las copas de los árboles añadiendo un crisol de luces y sombras a la estampa. Aún es temprano y el aparcamiento del Glacier Point no rebosa actividad, así que es fácil encontrar un hueco dónde dejar el coche. En esta ocasión sí es posible observar desde los distintos puntos del mirador la combinación del verde de los bosques, del azul del cielo y del gris de las moles graníticas. Incluso se puede ver el fondo del valle y divisamos, entremezcladas entre la masa arbórea, las tiendas de lona que nos han brindado refugio durante la noche pasada.





Glacier Point debería ser una parada marcada en rojo para todos los visitantes de Yosemite, desde aquí arriba el valle y el propio parque alcanzan otra dimensión. Nos tomamos con tranquilidad el paso por este punto; incluso vemos como los más atrevidos llegan caminando a través del Four Mile Trail, que parte del propio valle para llegar al Glacier Point. Tenía ganas de hacer este trail pero ha quedado en el tintero por problemas de logística; no importa, cualquier excusa es buena para querer volver a este parque.








Cuando consideramos que nos hemos recreado lo suficiente en Glacier Point volvemos al coche y buscamos hueco para dejarlo en el parking del Sentinel Dome; se nota que es sábado porque hay más coches y además el clima acompaña. Tenemos fortuna y un coche abandona el lugar justo cuando nosotros llegamos. El sendero parte hacia la derecha y al principio transcurre a la sombra de grandes árboles y por un terreno que a veces es irregular. No muy lejos se eleva la cúpula semiesférica del Sentinel Dome en cuyas estribaciones muere el sendero del trail.


Siguiendo los carteles de madera, ya que el trazo del camino se difumina sobre el terreno rocoso, iniciamos un breve pero extenuante ascenso que nos deja sobre la redondeada cima del Sentinel Dome. Esta ubicación es privilegiada porque permite una panorámica completa de 360º y es posible divisar como se expande el Yosemite National Park en todas las direcciones. Coincidimos con un grupo de españoles a los que pedimos que nos saquen unas fotografías y todo deriva en la inevitable charla acerca del devenir de nuestros respectivos viajes y lo que nos queda por ver.




Después de tomar un tentempié descendemos con cuidado por la empinada ladera hasta volver a conectar con el camino que nos lleva al inicio del trail y por lo tanto al coche. De nuevo toca disfrutar de la conducción, en este caso en sentido descendente, por la Glacier Point Road. Y nos desquitamos de la mala suerte del día anterior volviendo a hacer un alto en nuestra marcha en el Tunnel View. El sol ahora está en su punto más alto, por lo tanto las moles graníticas apenas proyectan sombra y se tiene una vista maravillosa del valle y todos los elementos que lo rodean. Una imagen indeleble se graba en nuestras retinas.







El Visitor Parking que forma el cogollo del Yosemite Valley está repleto de vehículos. Es sábado y aunque sería deseable no haber hecho coincidir nuestra visita al parque en fin de semana, es imposible ajustar el calendario para que cuadre por completo a nuestra conveniencia durante todas las jornadas. No hay problema, conseguimos aparcar sin dificultad y nos dirigimos a un puesto de información que se emplaza dentro de una enorme tienda portátil de lona. Pedimos información sobre el trail conjunto de las Vernal Falls más las Nevada Falls. Está completamente abierto y la amable señora nos indica la mejor forma de llegar allí en bus.

A la sombra de unos árboles y cerca del parking de motocicletas nos montamos un improvisado picnic, la nevera portátil nos sirve de mesa y tomamos fuerzas de cara a la caminata que afrontaremos por la tarde. A pie nos desplazamos hasta la parada número 10 del servicio de shuttle gratuito del parque; para llegar a ella tenemos que atravesar en Village Store, una especie de mini-supermercado donde se venden provisiones a los campistas y también souvenirs a los visitantes.


Tomamos el bus y llegamos hasta la parada número 16, donde nos indicaron que debíamos apearnos. Un rápido paso por los aseos y partimos desde el punto conocido como Happy Isles, atravesando por un puente el río Merced y bordeándolo hasta llegar a un camino cementado con una fortísima pendiente en ascenso. Nuevamente notamos el hecho de ser sábado, hay muchísima gente y se aprecia más aquí, que en otros puntos del parque.

El camino cementado concluye en el Vernal Falls Footbridge, puente desde el que se pueden ver en la lejanía las Vernal Falls. Continuamos el ascenso por el Mist Trail, que discurre por el lado derecho del río Merced. La subida se endurece y pasa a ser una sucesión de tramos escalonados que en primera instancia permiten ver el pie de las cataratas, donde varios excursionistas aprovechan la balsa de agua para darse un baño. El spray que forma la catarata al romper en las rocas forma un arco iris cuya imagen nos anima a afrontar el último tramo de subida, realmente duro, con escalones pequeños y muy altos que obligan a un sobreesfuerzo.










La recompensa se alcanza en la parte alta, desde donde se puede ver el inicio de la caída de las Vernal Falls. Convenzo a María para seguir adelante hacia las Nevada Falls, pero antes hacemos un largo descanso en un tramo de río con aguas remansadas que ofrecen un oasis de paz sólo interrumpido por los gritos y chapoteos de unos turistas japoneses. La subida prosigue hasta llegar a un punto que conecta el camino de invierno (John Muir Trail), más largo y tendido con el camino de verano (Mist Trail), más largo y pronunciado. Seguimos el Mist Trail hasta que en un momento dado se atraviesa un puente de madera desde el que tenemos una primera visión de las Nevada Falls.







A partir de este punto se camina por el margen izquierdo del río y a medida que ganamos altura la presencia de excursionistas disminuye. El camino deja su trazo claro para convertirse en una especie de escorrentía cubierta de rocas, pero por fortuna la señalización es adecuada y no titubeamos en ningún momento. La subida es dura pero seguramente sea más sencilla de realizar que la bajada, dado el terreno de roca suelta y con gran inclinación por el que avanzamos. Casi cuando estamos a punto de coronar escuchamos el estruendo de un trueno.




El clima, como en cualquier zona de montaña, cambia rápidamente y aunque abajo en el valle el cielo aparece despejado las nubes de tormenta se acumulan en la posición a la que estamos llegando, debido al efecto de barrera natural que producen las elevaciones montañosas. Alcanzamos la meseta superior y un cartel advierte de que el descenso es conveniente hacerlo por el John Muir Trail. Supone más distancia pero mejor terreno, sobre todo si las rocas por las que acabamos de ascender se mojan con la lluvia, porque se pueden convertir en una pista de patinaje.

Tomamos una chocolatina y algo de fruta y hacemos caso a las indicaciones de los carteles y a las de un chico americano que nos señala el camino a seguir. Veo con cierta tristeza el cartel que marca la distancia hasta el Half Dome, hago otra muesca en mi libreta de asuntos pendientes para un futuro cercano. En apenas unos minutos atravesamos una zona de planicie y vemos a varias personas descansando plácidamente mientras meriendan al borde del río, totalmente ajenas a los truenos y relámpagos que se han apoderado del cielo de Yosemite. Paramos el tiempo justo en el inicio de la caída de agua de las Nevada Falls para enfilar el descenso hacia el valle.




El John Muir trail depara vistas espectaculares de las Nevada Falls y no puedo evitar detenerme varias veces para tomar fotografías, y eso a pesar de que las primeras gotas comienzan a mojarnos. María aprieta el paso y rápidamente me pego a ella. Los truenos estallan provocando un ruido ensordecedor y los gruesos goterones comienzan a caer con más fuerza. Dejamos atrás la zona más descubierta y entramos en un tramo más boscoso, lo que permite protegernos parcialmente de la lluvia. Sin embargo por un momento la tormenta arrecia y nos vemos obligados a parar para guardar móviles y cámaras en bolsas de plástico que eviten que se mojen y se estropeen. Hemos olvidado los chubasqueros en el coche, ¡qué cabeza la nuestra!




Seguimos avanzando y durante 10 minutos el agua cae con fuerza pero la masa arbórea nos parapeta. Empieza a escampar pero hemos permanecido suficiente tiempo bajo el agua como para mojarnos ligeramente. Llegamos al Clark Point y prestamos atención al mapa para seguir la dirección correcta que nos mantiene en el John Muir Trail. El terreno prosigue en suave descenso y ahora que ha dejado de llover nos permite disfrutar de esta parte del recorrido. Ha habido un instante en que nos hemos imaginado bajo una peligrosa tormenta en medio de la montaña, pero el momento más crítico ha pasado, estamos cerca del puente de madera desde el que avistamos por primera vez las Vernal Falls y debido al calor que hace nuestra ropa ya está seca de nuevo.

Una breve parada para beber agua y pasar por los aseos y sólo nos queda dejarnos caer por el tramo cementado en busca de la parada del bus. Justo cuando llegamos a ella aparece el shuttle, nos montamos y nos apeamos en la parada número 1, pegada al Visitor Parking donde dejamos nuestro coche. Valoramos la excursión positivamente, a pesar de las pequeñas inclemencias que hemos tenido que sufrir, el trail es recomendable al cien por cien.

Por hoy hemos tenido bastante y va siendo hora de poner rumbo a Oakhurst donde pernoctaremos. Es imposible resistirse a una parada en el Tunnel View; cada vez que se pasa por este punto, la imagen que depara nunca defrauda y no dejamos pasar la ocasión. El cielo tormentoso se ha resquebrajado en varios sitios coincidiendo con la inminente puesta de sol, lo que propicia un atardecer espectacular, lleno de matices y colores cambiantes. A lo largo de la Wawona Road paramos en varias ocasiones para disfrutar de un espectáculo que no todas las tardes se puede contemplar; al final hemos tenido suerte con el clima, en todos los sentidos.





Cuando la luz del crepúsculo se ha extinguido por completo ya no quedan motivos para buscar miradores desde los que observar el fenomenal atardecer; ahora nuestra preocupación se centra en la carretera plagada de curvas y el brillo amenazante de ojos de animales en las cunetas dispuestos a saltar al asfalto. Por suerte a ningún ciervo le da por hacer de kamikaze. Las luces en el porche del Wawona Hotel nos sacan momentáneamente de la soledad de la carretera, pero volvemos a ella hasta alcanzar Oakhurst y el Pine Rose Inn, hotel donde dormiremos hoy.

Tocamos el timbre y nadie responde, insistimos. Finalmente aparece un hombre que dice ser amigo del dueño, quien se encuentra durmiendo porque la noche anterior estuvo enfermo. De repente hace acto de presencia este último y se disculpa. Nos acompañan a nuestra habitación y nos dicen como acceder con el coche al patio inferior. Después de descargar el equipaje no perdemos más tiempo y cogemos de nuevo el coche para dirigirnos a un restaurante-cervecería de Oakhurst para cenar en él.

En el corto trayecto comienza a caer una tromba de agua que a duras penas nos permite ver las líneas de la carretera y los carteles indicativos; gracias al GPS y a la intuición encontramos el South Gate Brewing Company. Todas las mesas están ocupadas y mientras esperamos a que alguna se libere el barman nos da unas muestras de sus cervezas de elaboración casera para que elijamos. Nos sentamos a cenar y nos sacamos la espina de un par de días antes; en esta ocasión sí que hay disponible hamburguesa de búfalo que compartimos acompañada de corazones de berenjenas fritos. El día ha sido largo, las caminatas extenuantes y queremos terminar con buen sabor de boca la jornada así que tomamos postre acompañado de cerveza negra del local que marida perfectamente con el dulce.



De vuelta a nuestro alojamiento la carretera casi se ha secado y ponemos atención a los cruces para no despistarnos a la mañana siguiente porque pretendemos volver a Yosemite. Han transcurrido dos semanas completas de nuestra llegada a Estados Unidos; el tiempo ha pasado volando y eso es buena señal. Ni siquiera la copiosa cena es impedimento para conciliar el sueño con un agotamiento que no deja de acumularse. Y a pesar de ello deseamos que el siguiente día llegue rápido para ver cosas nuevas.

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