lunes, 24 de noviembre de 2014

San Francisco. El Golden Gate y la isla de Alcatraz - (lunes, 22 de septiembre de 2014)



Bien temprano ya estamos metiendo el equipaje en el coche para intentar aprovechar al máximo el tiempo. El día ha amanecido muy nublado y un paquete de espesas nubes cubre el cielo de la bahía. Oakland está unido con San Francisco por el Oakland Bay Bridge y aquí sufrimos un ligero atasco para cruzar el peaje del puente. Se paga en efectivo ($6), no se admiten tarjetas, por este tipo de cosas siempre hay que llevar encima algunos dólares. El puente es bastante espectacular y consta de dos tramos con un apoyo intermedio en Yerba Buena Island. Y mientras contemplamos el puente en cuestión de dos minutos el cielo se despeja como por arte de magia y aparece el sol en su máxima expresión.


En San Francisco es difícil encontrarse con días despejados y más a finales de verano-comienzos de otoño así que variamos nuestro planteamiento inicial para hoy y lo enfocamos a visitar las zonas más alejadas del centro de la ciudad, haciendo uso del coche antes de dejarlo aparcado en el hotel durante varios días. Por supuesto el plan incluye acercarnos al mayor icono de la ciudad, el famoso Golden Gate. Pero primero haremos un paso por las Twin Peaks.

El GPS nos conduce a través del barrio de Castro donde una enorme bandera arco iris ondea al viento en el centro de una plaza; así no queda lugar a la duda de lo que simboliza el barrio y es un recuerdo permanente de por dónde transitamos. Las calles se empinan y llegamos a un barrio residencial donde aparcamos el coche. A pie completamos el último tramo de ascenso y llegamos a la cima de una las “colinas gemelas” desde donde se dominan las vistas de la ciudad.


Descendemos de nuevo en busca del coche y buscamos el mirador sobre las Twin Peaks; el GPS nos juega alguna mala pasada y después de varias vueltas lo encontramos. Simplemente teníamos que haber puesto como dirección Twin Peaks Boulevard y nos habría llevado al enclave. Desde aquí se ve la bahía, la zona de Presidio, Alcatraz y el downtown; todo San Francisco a nuestros pies. Llega un autobús de turistas, se acaba la tranquilidad y huimos de allí como alma que lleva el diablo.



Nuestro próximo objetivo es la zona de Presidio. Llegamos a una garita que controla el acceso al aparcamiento privado de superficie; le decimos al simpático vigilante nuestra intención y después de preguntarnos el país de procedencia nos deja pasar amablemente. Llegamos hasta la Yoda Fountain, una fuente que como su nombre indica cuenta con la estatua del famoso personaje de la saga Star Wars, el maestro Yoda.



Volvemos a desplazar el coche hasta las inmediaciones del Palace of Fine Arts; nos cercioramos de que dejamos el vehículo en una zona en la que el aparcamiento es libre y gratuito en las dos próximas horas; por suerte aparcamos al lado del propio edificio. Fue construido con motivo de una exposición de arte y posteriormente fue restaurado. Es totalmente recomendable acercarse a verlo si se dispone de suficiente tiempo en San Francisco. El clima acompaña y podemos caminar en manga corta; recorremos el borde del estanque observando peces y cisnes (incluso vemos algún colibrí) y posteriormente cruzamos bajo la cúpula central.







El lugar es atracción turística de la ciudad y raro es el momento en que los jardines de los alrededores se ven libres de grandes grupos que buscan la mejor instantánea. También notamos la presencia de habitantes de la ciudad (Frisco, como la llaman ellos mismos) que leen el periódico buscando la tibieza del sol que se puede disfrutar hoy. Este palacio forma parte de una de las escenas de la película Vértigo, de Hitckock, cuando los protagonistas pasean por sus alrededores.

Nuestro siguiente objetivo se centra en el Golden Gate; existen varios puntos desde los que merece la pena ver el icónico puente y nos dirigimos al primero que nos interesa por orden de recorrido. Llegamos hasta las inmediaciones de Fort Point donde unas obras de ampliación de la autovía provocan estrechamientos en los carriles y molestias para el tráfico rodado. Siguiendo el GPS y haciendo caso a nuestra orientación bajamos a la zona de Marina y seguimos la línea de la bahía hasta llegar a un área de aparcamiento libre que queda muy cerca del puente.

Varios pescadores prueban suerte con sus cañas mientras nos dedicamos a pasear por Marina Drive y llegamos al estribo sur del puente desde donde se supone que salta al agua la protagonista de Vértigo en su supuesto intento de suicidio. Un guía que pasa por allí explica a un grupo de visitantes que las escaleras que aparecen en la escena nunca existieron, fueron un añadido de la edición del filme a lo que exclama, ¡that´s Hollywood! El color rojo del Golden Gate contrasta con un cielo azul y limpio y nos congratulamos de que la fortuna nos sonría de esta manera. En medio de la bahía se levanta impasible la isla de Alcatraz, famosa y legendaria por la prisión que funcionó en ella durante varias décadas.





Volviendo sobre nuestros pasos por Marina Drive aparco en doble fila mientras espero a que María se baje del coche, se dé un paseo por el muelle de Torpedo Wharf y pueda tomar fotografías del puente y de Alcatraz desde una posición privilegiada. Remontamos con el vehículo desde el nivel del agua hasta la carretera superior que nos lleva a Fort Point; a estas horas el aparcamiento es de pago y decidimos proseguir ya que tendremos ocasión los próximos días para detenernos aquí.




Y llega el momento de atravesar el Golden Gate al volante. Impacta circular por encima de un lugar tan fotogénico y legendario en la historia de la ciudad y del propio cine de Hollywood. Llegamos al estribo contrario y a su altura parte un desvío hacia Vista Point. La acumulación de gente es notable pero vemos las luces de marcha atrás de un coche que sale de su plaza de aparcamiento, esta es la nuestra, pensamos.


La zona está atestada de gente y las vistas del Golden Gate nos parecen menos espectaculares que las que se aprecian desde la otra orilla ya que desde aquí se ve el puente longitudinalmente tomando el protagonismo el asfalto y los coches que lo cruzan. Estamos un rato en la zona de este mirador y visitamos los puntos clave; una especie de “rosa de los vientos” que marca diferentes puntos, la estatua de un marinero en homenaje a los marines americanos (The Lone Sailor Memorial) y el Blue Star Memorial Highway, tributo a las fuerzas armadas de USA.



Nos incorporamos de nuevo a la autovía que viene del Golden Gate en dirección salida de la ciudad y a los pocos metros nos desviamos a la derecha para hacer un cambio de sentido; seguimos las indicaciones hacia Marina Highlands y tomamos Conzelman Road en sentido ascendente. A pesar de que existen varios puntos para detener el vehículo, seguimos hasta llegar el último aparcamiento, el que se ubica en Hawk Hill. Desde este punto, al estar más retirado y elevado, las vistas del Golden Gate con la bahía y la ciudad al fondo son memorables.



En el descenso hacemos un nuevo alto en la zona conocida como Battery Spencer, antigua posición de defensa antiaérea de la bahía. Se aparca el coche y se camina unos metros por un camino de tierra para llegar a una explanada que ofrece una panorámica muy próxima al puente y desde una posición que queda por encima del tablero de la construcción; espectacular.


Por hoy ya hemos tenido ración suficiente de Golden Gate y de bahía de San Francisco y volvemos hacia el centro de la ciudad; pasamos el peaje del puente que graba la matrícula de los vehículos que lo hacen en este sentido (atravesar el puente en dirección salida de San Francisco es gratuito). No existen casetas para el pago del peaje, se realiza online o en puntos físicos habilitados al respecto. Tomamos nota mental para hacer el pago por internet cuando lleguemos al hotel.

Buscamos la calle Lombard Street y la seguimos hasta que comienza a inclinarse brutalmente en busca de la cima de Russian Hill. Es divertido conducir por estas calles en pendiente, cuando llegas a una señal de STOP el coche queda prácticamente en la posición de despegue de un cohete espacial y no se ve la calle perpendicular que vas a cruzar. En las aceras el resto de vehículos están aparcados en batería; en algunas zonas está prohibido estacionar en pendiente para evitar que los coches se desplacen accidentalmente cuesta abajo.


Y llegamos al cruce de Lombard Street & Hyde Street; aquí comienza el descenso repleto de curvas en zigzag adornado por parterres de flores y que es uno de los puntos más fotografiados de la ciudad. Descendemos con el coche mientras grupos de turistas desconocidos inmortalizan el momento. Continuamos hacia nuestro hotel, el Red Coach Motor Lodge, situado en el cruce entre Eddy Street & Polk Street, en el límite oeste del conflictivo barrio de Tenderloin.


Dejamos el coche en el aparcamiento del hotel (incluido en el precio) y pasamos por recepción a registrarnos. La dueña del hotel (una señora oriental) nos da las llaves, la clave de la wifi y nos dice que nos acomodemos y que después, antes de abandonar el hotel, pasemos por allí para que nos de un mapa con algunas informaciones. La habitación en la segunda planta se ubica justo sobre recepción, con vistas a Eddy Street en dirección este. Todo está limpísimo y la wifi funciona bastante bien, así que lo primero que hacemos es el pago online del peaje del Golden Gate. Indicamos las fechas en las que permaneceremos en la ciudad porque tenemos intención de volver a cruzarlo; el proceso es sencillo e intuitivo. Se cargarán en la tarjeta asociada al pago cuantas veces atravesemos el puente en dirección San Francisco durante el período indicado ($7 por paso).

La dueña del hotel nos marca sobre un mapa Turk Street y Eddy Street y nos dice que evitemos esas calles por la noche. Durante el día es posible transitar por ellas sin mayores problemas pero nos dice que las evitemos también porque “podemos ver cosas que supongan una primera imagen desagradable de San Francisco y entonces no deseemos volver a la ciudad”. Le pedimos información sobre los transportes para volver al hotel desde distintos puntos de la ciudad y nos indica las líneas que debemos tomar sobre el propia mapa que ella nos entrega.

Abandonamos el hotel a pie y lo hacemos a través de Van Ness Avenue en dirección sur pasando por la monumental fachada del City Hall y frente a ella otro edifico peculiar, la Ópera de San Francisco. Al llegar al cruce con Market Street giramos a la izquierda y avanzamos por la calle hasta llegar a la zona de United Nations Plaza y el Civic Center, que literalmente está tomada por docenas de “homeless”. Hemos visto bastante por las calles de San Francisco pero éste es el lugar donde mayor concentración existe.

Tenemos hambre porque el desayuno fue escaso y nos metemos en un Carl’s Junior que se ubica en la misma plaza. El local dispone de seguridad propia y mientras comemos algunos homeless entran en el local y ocupan algunas de las mesas mientras sacian el hambre con lo que pueden comprar a cambio de algunos dólares provenientes de la caridad. Resulta una imagen dura y contrasta con el otro ritmo de la ciudad y que se puede ver por las cristaleras del local de comida rápida; la gente que va y viene de sus trabajos y los turistas y visitantes con un mapa en la mano y una cámara colgada al cuello.

Avanzamos por Market Street hasta el cruce con la 5th Street y localizamos al bajar unas escaleras mecánicas el punto de información turística donde compramos el Muni Pass para los próximos tres días ($23 por persona). En la salida nos topamos de bruces con la cabecera de dos de las líneas de cable car que aún funcionan en el ciudad y que son las de Powell-Hyde y Powell-Mason. Vemos como un par de operarios realizan el cambio de sentido de los vagones de forma manual empujando el cable car sobre una plataforma giratoria de madera. La parada está atestada de gente y como ya estábamos sobre aviso remontamos a pie Powell Street dejando Union Square a nuestra derecha.


Acostumbramos nuestras piernas al terreno empinado de la ciudad y llegamos al cruce de Powell Street & California Street por donde pasa la tercera línea de cable car en discordia y que por norma general no está tan saturada de gente. Experimentamos por primera vez lo que es un viaje en cable car, al estilo de la ciudad, con un pie sobre el estribo exterior agarrados con un brazo a las barras y medio cuerpo fuera. El trayecto desciende por la empinada calle hacia el núcleo del distrito financiero que está poblado de altos edificios de cristal.






Al llegar abajo hacemos un cambio de sentido y tomamos el cable car hacia arriba hasta llegar al cruce con Grant Avenue, corazón del barrio chino de San Francisco. Deambulamos por la barriada que mantiene la esencia oriental con la que se inició. Visitamos varios emplazamientos de obligado paso como son Dragon’s Gate, Golden Gate Fortune Cookie Factory, Old St. Mary’s Church, Old Chinese Telephone Exchange y la Transamerica Pyramid. De camino a Stockton Street, una calle menos turística y más auténticamente china, pasamos por la puerta del Ritz-Carlton Hotel y hacemos una pequeña parada para ver la suntuosidad de su recepción y de paso poner en orden nuestras notas y ubicarnos en el mapa de cara a desplazarnos a nuestro siguiente destino.












Como tenemos tiempo, en vez de utilizar el transporte público, optamos por dar un paseo y aprovechar el magnífico día que tenemos; la tarde está cayendo y aún lucimos manga corta. Callejeando en dirección a los embarcaderos del norte de la ciudad podemos ver la Coit Tower, que custodia la zona en lo alto de una colina. Llegamos al Pier 33 donde buscamos la zona de taquillas y preguntamos por el inicio del tour nocturno de la prisión Alcatraz, que hace unos meses contratamos online. Nos señalan la fila y nos indican que con las entradas impresas que traemos es suficiente.

Mientras esperamos a que llegue el ferry que nos transportará a la isla, damos una vuelta y vemos la maqueta de la isla que se exhibe. La zona de espera está ilustrada con fotos y frases que ya predisponen a los visitantes y crean un clima previo, incluso antes de que la visita se inicie. Llega el ferry, desembarcan los visitantes que vuelven de la isla y es nuestro turno.


Elegimos subir a la cubierta y nos ubicamos en el lado izquierdo; desde esta posición se tienen mejores vistas de la ciudad y del Golden Gate. La isla se bordea con el ferry de tal forma que el lado derecho es el que queda más cerca de ella. Recorremos el contorno de la roca mientras por megafonía dan explicaciones de las diversas edificaciones y construcciones que en ella se pueden ver.






El aspecto de la isla y de sus edificios resulta fantasmagórico con la luz del crepúsculo cayendo sobre ella. Actualmente es gestionada como si de un Parque Nacional se tratara y son rangers los que actúan como guías en las tours. Desembarcamos y la sensación es sobrecogedora; se trata de un lugar que ha quedado grabado en los libros y en las películas y produce desasosiego conocer las historias de las personas que en ella habitaron.





Los visitantes son divididos en tres grupos y a medida que se camina hacia la parte alta de la isla, donde se encontraban los pabellones de las celdas, la ranger que hace de nuestra guía va contando datos y aportando informaciones de la isla, de su historia y los que allí habitaban. Al alcanzar el edificio principal se accede por la zona por la que lo hacían los reclusos y entregan a cada visitante una audioguía (hay varios idiomas disponibles). Se recorren los pabellones, la biblioteca, el comedor, las celdas de aislamiento, la zona de visitas…






No voy a dar más detalles de la visita a la isla ni de lo que narran las voces de presos y carceleros para no desvelar de manera anticipada datos y detalles que pueden resultar sorprendentes, pero se puede asegurar que todo en sí es para prestar atención a lo que se cuenta y no hay que perder detalle. No tiene desperdicio.

La visita concluye con una demostración de apertura y cierre de las puertas de las celdas; el chasquido metálico resulta espeluznante. Descendemos envueltos en una oscuridad que contrasta con las brillantes luces de la ciudad el otro lado de la bahía. Paramos en el teatro dónde se proyecta una corta película con imágenes de la penitenciaria para después embarcar de vuelta al muelle. Es el último ferry del día y con nosotros retornan los operarios que trabajan en la prisión incluyendo la ranger que ha hecho de guía durante nuestra visita.



El paso por Alcatraz ha cumplido las expectativas y por momentos llega a sobrecoger. Volver a tierra firme nos devuelve a la realidad y mientras comentamos lo que acabamos de presenciar y los sentimientos que nos ha producido, caminamos en dirección a Fisherman’s Wharf. Son casi las 22.00 y apenas hay gente por la zona, a excepción de los que retornamos de Alcatraz. Casi todos los negocios y tiendas están cerrados así que buscamos un restaurante de comida rápida (en este caso es un In and Out) donde compramos unas hamburguesas y unos batidos para cenar en el hotel.

Caminamos hasta las inmediaciones de la Ghirardelli Square donde un chico joven se nos acerca y nos pregunta si somos turistas. Nos dice que es de China y que si nos puede acompañar hasta el autobús. La zona es solitaria pero para nada parece peligrosa, aún así le decimos que nos acompañe. Nos cuenta en inglés que lleva todo el día caminando y que se ha desorientado, le da miedo deambular en solitario ahora con la noche cerrada. Apenas unos minutos después llegamos a la parada del autobús 47 y nos despedimos de nuestro efímero compañero. Parece que ha vuelto a orientarse y dice que ya sabe dónde está, que se aloja cerca, así que nos da las gracias y se despide de nosotros.

El 47 nos deja en Van Ness Ave & Eddy Street, sólo tenemos que caminar una manzana hasta la entrada del hotel. Se ve algún homeless en las aceras colindantes pero resultan inofensivos, ni siquiera reparan en nosotros cuando pasamos cerca. Llegamos a la habitación; estamos hambrientos y damos buena cuenta de la cena. En la calle se oye la sirena de alguna ambulancia, pero no resulta óbice para ser presas del sueño en pocos minutos. Nos está gustando la ciudad de San Francisco.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario