Nos levantamos preparados para hacer un
paréntesis de un par de días en nuestro Road Trip. Ya tenemos cogido el ritmo
de madrugar y no aguantamos en la cama mucho rato, así que nos ponemos en
marcha, cogemos el coche y nos vamos al norte de la ciudad en busca de un sitio
en el que desayunar. Dejamos el coche en un aparcamiento de superficie
perteneciente al Main Street Station Hotel & Casino, un hotel situado cerca
de la calle Fremont.
Aquí se nota que las máquinas tragaperras son más convencionales y un ambiente más añejo impregna las instalaciones. No es que estén mal cuidadas, simplemente parecen anacrónicas al lado de los casinos más modernos, como puede ser el del Stratosphere. Al entrar al buffet resulta que me piden el ticket del parking para validármelo, pero he olvidado cogerlo. La chica no le da más importancia, me dice que no me preocupe, tampoco me lo van a pedir al salir.
El desayuno para el precio que tiene ($8,5
por persona, impuestos incluidos) está bastante bien, muy surtido y hasta un
cocinero prepara tortillas al gusto de cada uno con todo tipo de ingredientes
disponibles. Café y zumo son servidos por los camareros sin dejar opción a que
los vasos se vacíen por completo. Ayer no cenamos y tenemos apetito así que el
homenaje es considerable, tanto de salado como de dulce. Miramos a nuestro
alrededor, la mayor parte de los comensales parecen ser americanos, el turismo
nacional debe ser el que ocupe en mayor parte este tipo de hoteles, menos
turísticos y más alejados del Strip. Después del pantagruélico desayuno y de
dejar una propina de un par de dólares para el camarero que ha atendido nuestra
mesa, damos una vuelta por el casino y fisgamos en la cervecería con fabricación
propia que hay en el hall, pero que aún no ha abierto al público por ser muy
temprano.
No sé porqué pero hacemos caso al GPS en
vez de seguir nuestra intuición y nos lleva prácticamente al inicio del Strip,
pero lo hace a través de un tramo de autopista en vez de hacerlo recorriendo la
enorme avenida en dirección sur. No importa. Llegamos sin más incidencia a las
inmediaciones del hotel New York New York, circulamos en dirección norte hasta
encontrar el self-parking del Hotel Paris, solo hay que desviarse a la altura
de la torre Eiffel y bordear el Arco del Triunfo que hace de rotonda.
Elegimos este hotel para aparcar porque se
ubica en un punto estratégico del Strip y porque su aparcamiento es de fácil
acceso. Cuando accedemos desde los ascensores a la zona del propio hotel
rápidamente nos sumergimos en las calles parisinas. El suelo imita un solado de
baldosas de piedra, los techos recrean un cielo azul y sus nubes y las farolas
de época brindan una iluminación que da la sensación de un atardecer en plena
calle. Si a esto le añadimos la cuidada decoración de restaurantes y tiendas
cuyas fachadas pretenden reflejar la arquitectura de Paris, la verdad es que da
el “pego”. El ambiente resulta muy logrado.
La gran estancia del vestíbulo principal es
invadida por los apoyos en el suelo de la réplica de la torre Eiffel, mientras
camareras vestidas de “conejita” sirven bebida a los jugadores de las
tragaperras y las mesas de juego. Un restaurante del afamado chef Gordon Ramsay
se publicita en una de las esquinas del espacio, que también tiene cabida para un
par de puentes elevados con temática y decoración parisina.
Salimos a la calle y avanzamos en dirección
norte, pasando de largo el hotel Bally que es anexo al Paris. Llegamos a uno de
los históricos, el Flamingo. A pesar de estar en la zona más “noble” del Strip
sus interiores resultan vetustos. Vamos directamente al punto fuerte del hotel
y por lo que es más famoso; se trata de sus jardines en los que existen
estanques con enormes carpas de colores, cascadas artificiales, una capilla en
el jardín y por supuesto ejemplares vivos de flamencos y de otras aves entre
las que nos llama la atención un pelícano.
Siguiendo hacia el norte a continuación nos
topamos con el Harrahs, otro de los hoteles de la “vieja escuela”. En sus
inmediaciones algún personaje caracterizado con un cutre disfraz de
“transformer” trata de ganarse unas monedas. El calor de Las Vegas empieza a
golpearnos, es una bocanada de aire seco y caliente que abrasa. Llegamos a la
fachada principal del Venetian, pero sólo la vemos de refilón porque accedemos
por una galería lateral que nos lleva a la entrada del Museo de Cera Madame
Tussauds. A modo de reclamo en la puerta se exhiben figuras de Johny Depp y de
John Wayne, y ciertamente asustan de lo reales que parecen y lo conseguidas que
están.
La galería conecta en la primera planta con
el Venetian, justo donde se extienden las tiendas del centro comercial Grand
Canal Shoppes. Como reclamo turístico llega aquí un canal de agua, con sus
puentes e incluso góndolas que pasean turistas. Y para que no falte nada, los
gondoleros ataviados con la indumentaria típica cantan mientras gobiernan las
embarcaciones. Lo fundamental en estos hoteles es hacerse con un mapa de su
interior porque si no puedes acabar dando vueltas inútilmente. Son
laberínticos. Gracias a eso podemos llegar a un vestíbulo interior que recrea
una plaza veneciana y aquí tampoco falta ningún tipo de detalle en lo que se
refiere a ambientación; se siguen los mismos patrones que en el hotel Paris,
pero claro, con la temática de la ciudad italiana. Lo que más impresiona tal
vez sea el logrado efecto que consiguen al recrear cielos e iluminación, da la
sensación de que no estás en un espacio cerrado.
Bajamos a la planta baja y abandonamos el
hotel por su vestíbulo principal para poder salir al exterior y observar
la fachada y su entorno. Está coronada por una réplica del puente Rialto y un
gran canal donde reposan las góndolas a la espera que algún turista requiera
sus servicios. El calor sigue apretando y nos obliga a caminar rápido en busca
de nuestra siguiente parada, el hotel Wynn. Hacemos uso de las útiles pasarelas
que conectan las aceras del Strip y zonas aledañas; permiten el paso de los
peatones por encima del tráfico, ya que los semáforos pueden ser exasperantes.
Esto nos permite comprobar una realidad patente; la enorme desigualdad que
existe en Las Vegas. En un extremo el glamour y el lujo de hoteles y casinos;
por otro, los “homeless” que dormitan a la sombra en las mencionadas pasarelas, o
aquellos que tratan de ganar algo de dinero vendiendo botellas de agua con las
que algunos turistas puedan aplacar la sed y el calor.
Y más patentes se hacen estas diferencias
cuando miramos la fachada del hotel Wynn y de su gemelo Encore, que hacen
alarde de un brillo refulgente que realza su color dorado. En su exterior una
enorme cascada artificial da la bienvenida a todo aquel que llega al complejo.
Visitamos el interior del Wynn, que resulta ser el hotel más lujoso de los que
hemos visto por ahora. En el interior existe una zona con ornamentos florales
con diversas formas que son una parada obligada y sus piscinas rezuman lujo a
los pies de enormes cascadas.
Desde la calle no se ve muy lejos la torre
del Stratosphere, parece mentira el rodeo que nos ha dado esta mañana el GPS.
Emprendemos la marcha en dirección sur y cruzamos a la acera opuesta donde
María se detiene un momento para ver unas cosas en una tienda del Fashion Mall.
El sol ya está muy alto por lo que solo pensamos en pasar el tiempo
imprescindible en zonas exteriores, ya que el calor es sofocante. Por eso nos
metemos en el interior del Mirage y del Treasure Island. Son hoteles de menor
nivel económico que los más importantes y se nota. A estas horas sus
espectáculos no funcionan; el volcán del Mirage permanece inactivo esperando
horas nocturnas y el barco de piratas del Treasure Island aparece desierto
(incluso parece que la atracción esté cerrada temporalmente por reformas o tal
vez de manera definitiva).
Otro sofoco en el calor de la calle y
llegamos a la réplica de la Fontana di Trevi que adorna una de las esquinas del
Forum Shops, un centro comercial que pertenece al complejo del Caesars Palace.
Lo cierto es que el lugar es impactante, enormes columnas y estatuas de
ambientación romana decoran el patio interior que además tiene una enorme
fuente en su planta baja. María quiere hacer algunas compras y mientras me tomo
un respiro para ver el espectáculo de la Caída de la Atlántida que recrea una
historia de la mitología con presencia de figuras articuladas. Lo más vistoso
es el final con los efectos de agua, fuego y luces.
Después de “callejear” por el interior del
hotel y reparar en todo tipo de detalles de la época romana que son el
“leitmotiv” de este hotel lo abandonamos por su vestíbulo principal y el
exterior tampoco le va a la zaga en lo que se refiere al número de estatuas que
se pueden encontrar allí. Aún nos queda un pequeño recorrido expuestos al sol
hasta llegar al hotel Bellagio. Al menos nos permite ver los lagos exteriores
donde cada noche se desarrollan los espectáculos de luz y sonido que acompañan
el movimiento rítmico de las fuentes. Este hotel en su interior impresiona
porque es bastante lujoso. La decoración del casino nada tiene que ver con
otros más antiguos. Y los platos fuertes son un jardín interior que es decorado
según la época del año (ahora mismo la decoración presente hace referencia al
otoño) y la gran lámpara de cristales de varios colores (Fiori di Como) que
puede verse cerca de la recepción.
Aquí acaba nuestro recorrido de hoy y
cruzando la calle llegamos al hotel Paris donde recogemos el coche. Hacemos una
parada en una calle próxima al Stratosphere para comprar algunas cervezas en un
pequeño supermercado. Aquí no se andan con minucias, venden algunas latas de
casi un litro de contenido y son las que escogemos. Caminar dentro de los
hoteles y por el Strip nos ha dejado más baldados que hacerlo por los parques
de Utah y después de comer algo ligero en la habitación descansamos un par de
horas. Hay que recuperar fuerzas para lo que nos queda de viaje.
A una hora prudencial y cuando el sol ya no
calienta demasiado, optamos por subir a la torre del Stratosphere para apreciar
las vistas desde las alturas. Pasamos un control de seguridad y el ascensor nos
lleva hasta arriba a una buena velocidad, los oídos se taponan como
consecuencia de la fulgurante subida. Lo primero que hacemos es dar una vuelta
por un mirador panorámico interior que rodea por completo la torre. La
inclinación de los vidrios permite bascular nuestros cuerpos hacia adelante,
como si nos quedáramos suspendidos en el vacío, e incluso a más de 300 metros
se puede ver la base de la torre en el suelo.
Damos una vuelta completa al mirador y
certificamos las grandes dimensiones de la ciudad; el Strip no es más que una
calle entorno a la cual existe una megaurbe de gran superficie. Incluso se ve
el tráfico aéreo en el aeropuerto McCarran, que se ubica al sur del Strip, pero
no muy lejos de los más conocidos hoteles. Desde este nivel también se puede
ver la plataforma de salto de aquellos que se atreven con el Skyjump, una
atracción que permite a los más osados lanzarse al vacio amarrados con un arnés
hasta llegar al asfalto.
Una pequeña escalera nos conduce al nivel
superior en el que se encuentran las atracciones más espectaculares del Stratosphere
y el acceso a una azotea al aire libre. Mientras observamos las vistas de la
ciudad a cielo raso nos movemos por la zona visitable para ver más de cerca los
impactantes “rides” en los que te puedes montar. Por un lado el Insanity, se
trata de un aparato que gira dando vueltas a medida que un brazo se despliega
en el vacío y literalmente te deja dando vueltas a más de 300 metros de altura.
Otra atracción es el Big Shot, que consiste en una especie de lanzadera situada
en la parte más alta de la torre. Y por último el X-Scream, que a nuestro
juicio merece el calificativo de la más terrorífica, ya que es una especie de
vagón que bascula hacia atrás para luego dejarse caer hacia adelante como si te
fueras a precipitar al vacío en caída libre. Esta operación es repetida varias
veces cuando te montas en el ride.
Es entretenido a la par que divertido ver
la cara de pánico de la gente en las atracciones, sobre todo en esta última.
Tenía pensado montar en alguna de ellas pero ha sido verme aquí arriba y me ha entrado
el acongoje, así que la idea inicial se borra de mi cabeza. Aprovechamos un buen
rato en el mirador a cielo abierto para ver una magnífica puesta de sol sobre
la ciudad con las atracciones brindando emociones fuertes a los valientes. A
medida que la luz natural se desvanece comienzan a iluminarse los neones y
luces artificiales en pos de llamar la atención de los miles de personas que se
lanzan en busca de la noche de Las Vegas. Al descender de la torre hacemos una
parada en la piscina aunque solo sea para presenciar las vistas que desde ella
se tienen; la piscina está en la azotea del edificio principal del hotel, que
con más de 20 plantas alberga las habitaciones.
Es una obligación recorrer el Strip
iluminado así que cogemos el coche y nos lanzamos en dirección sur. El payaso
que promociona la entrada del hotel Circus Circus se convierte en un luminoso
gigante y éste es sólo el primero de los llamativos anuncios coloristas que nos
vamos encontrando. Riadas de gente han tomado las calles y a pesar de todo no
tardamos mucho en llegar al final del Strip, aprovechando cada semáforo para
fotografiar en la retina las luces y el ambiente que rodea la arteria principal
de Las Vegas.
Llegamos al punto en el que se encuentra el
famoso cartel de bienvenida a la ciudad, incluso está dotado de un aparcamiento
para que la gente pueda dejar el coche en un sitio que no cause molestias
mientras se persigue la arquetípica fotografía junto al cartel. Pero es muy
difícil sacar una foto con las cámaras de los móviles y que quede en
condiciones mínimas aceptables así que decidimos volver el día siguiente, con
luz diurna. Se ha levantado un viento fuerte e incómodo y pensamos que las
fuentes del Bellagio a lo mejor suspenden su espectáculo, así que ya tenemos
“tarea” para mañana y como además tenemos hambre la cosa está clara. Nos vamos
a cenar.
Lo hacemos en el Grand Ellis Island Casino &
Brewery, un local situado a escasa distancia del hotel Paris, en una calle
paralela al Strip apenas a dos manzanas de éste. Se puede aparcar gratuitamente
en su exterior y dejamos el coche en el parking del hotel mientras entramos en
el restaurante. Hemos elegido el lugar porque la cerveza que allí mismo se
fabrica tiene buena reputación en el estado de Nevada. Por eso y porque sirven magníficos
costillares a la parrilla para acompañar a la cerveza. María pide medio
costillar y medio pollo asado y en mi caso me decanto por un costillar
completo. Cada bandeja es servida con una mazorca de maíz asada, un cuenco de
fríjoles y pan de ajo a modo de acompañamiento.
Tenemos que pedir otra cerveza para ayudar
a pasar lo que nos queda de carne y aunque yo termino con mi ración María es
incapaz de hacer lo propio con la suya. Por primera vez en el viaje hacemos uso
del “doggie bag” para llevarnos las sobras. Coincidimos en que ha sido un
acierto; un sitio tranquilo, comida buena y abundante y cerveza bastante
aceptable. Y además el precio resulta de lo más económico. Pensamos en
aprovechar para disfrutar un rato del ambiente nocturno de Las Vegas y nos vamos
hacia la parte antigua, Fremont Street, allí donde todo germinó y los primeros
hoteles y casinos comenzaron a forjar la fama de la ciudad. De camino hacia
Fremont resulta chocante ver una sucesión continua de capillas publicitando
estrambóticos servicios para aquellos que quieren contraer matrimonio en la
ciudad del pecado.
La zona de Fremont trata de recuperar parte
del esplendor que antaño tuvo y así poder atraer más turistas a los hoteles y
casinos que en ella existen. Dejamos el coche en un parking cercano (cruce de
4th Street & Carson Avenue) que cuesta $2 por hora. Hace unos años toda la
calle se convirtió en peatonal, sobre ella y a modo de cúpula, instalaron una
pantalla curva de 400 metros de largo donde se proyectan videoclips musicales
(Fremont Street Experience). La ventaja que ofrece Fremont sobre el Strip es
que hay más posibilidad de pasear por la calle, ver actuaciones de toda índole
en ella e incluso beber alcohol en una zona peatonal exenta de tráfico (en Las
Vegas está permitido).
Recorremos la calle Fremont de principio a
fin. Nos llama la atención, en su acceso este, un restaurante sobre el que
habíamos leído algo antes del viaje. Se trata del Heart Attack Grill. Este
sitio recibe a los comensales con una báscula en la puerta, el que pesa más de 350
libras (aproximadamente 158 kilos) come gratis. Las camareras visten de
enfermera y es obligatorio enfundarse un pijama-bata de los empleados en los
hospitales para sentarse a la mesa a devorar las monstruosas hamburguesas.
También en este punto se encuentra la torre
que da acceso a la atracción Slotzilla, que consiste en una tirolina que
permite a los más atrevidos un vuelo por encima de toda la calle Fremont, justo
por debajo de la gran pantalla en forma de cúpula. Recorremos la zona peatonal
deteniéndonos en distintas atracciones de mimos, pintores callejeros, barras de
bar con chicas ligeras de ropa… En esta calle cabe todo, incluso cruzarse con
un doble de Michael Jackson que pasea con una copa en la mano.
Nos damos una vuelta por el casino y el
vestíbulo del famoso hotel Golden Nugget. Un gran acuario tras la recepción
recibe a los huéspedes en el que tal vez sea uno de los hoteles más icónicos de
esta parte de la ciudad. Aquí, como en el resto de hoteles de este tipo, se ve
gente de toda condición; salta a la vista qué tipo de “parroquia” frecuenta
estos lugares y la prostitución se hace patente a poco que uno mire a su
alrededor. El público en su gran mayoría es gente del propio país que vive su
aventura en Las Vegas o aquellos otros que tratan de hacerse ricos jugando
en las tragaperras o en las mesas de juego.
A pesar de lo mencionado sobre el Golden
Nugget a nosotros nos gusta más el ambiente que se respira en esta zona de
Fremont que la que hay en el propio Strip, algo no tan sofisticado y más de
“estar por casa”. Se disfruta en la propia calle y ésta prevalece sobre el
interior de los hoteles. Recogemos el coche y pagamos los $4 de rigor por las
casi dos horas que hemos estacionado en el aparcamiento. En pocos minutos
estamos de nuevo en el Stratosphere; hoy no hay “fiesta” en la habitación de al
lado así que podemos conciliar el sueño sin sobresaltos.
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