lunes, 24 de noviembre de 2014

Entrando en el asombroso estado de Utah - (jueves, 11 de septiembre de 2014)



Antes de que el sol salga ya estamos en marcha y hemos cargado todos nuestros trastos en la maleta, en un ritual que se repite a diario. Con la luz del crepúsculo abandonamos Mexican Hat y observamos desde la carretera la curiosa piedra con forma de sombrero que da nombre a la población. Giramos a la izquierda por la 261 y volvemos a girar a la izquierda en dirección al Goosenecks State Park. Cuando llegamos el viento azota el lugar y el sol empieza a despuntar tras la línea de montañas.

Vemos el amanecer mientras desayunamos y somos testigos de cómo se van iluminando las paredes que los meandros del río San Juan han socavado durante años. Estamos un rato largo en el bonito mirador mientras el sol gana altura; las sombras y luces van cambiando su posición sobre el paisaje. Estamos solos y la tranquilidad es total, únicamente se ve alterada por la llegada de una india Navaja en su furgoneta. Nos saludamos y comienza su rutina diaria; colocar todo tipo de abalorios dispuestos sobre una manta, listos para ser vendidos a turistas. Aprovechamos este momento para iniciar nuestra ruta que en el día de hoy nos llevará a dormir en Moab.




Volvemos a tomar la 261 en dirección norte para avanzar por hasta toparnos con la Moki Dugway. Así se conoce a un tramo de esta carretera que tiene piso de grava (sin asfaltar por tanto) y de gran pendiente. Sirve para salvar el desnivel hasta colocarse a la cota de la meseta de Cedar. Parece que están de obras en la zona porque vemos maquinaria estacionada en la parte baja, antes de iniciar el ascenso. Ascendemos lentamente para poder disfrutar de los paisajes y paramos en varios miradores viendo así como cambia el panorama a medida que nos elevamos.






El asfalto comienza de nuevo justo en el punto del que parte un camino de tierra que lleva al Muley Point, un mirador con grandes vistas al que decidimos no ir por falta de tiempo (la ida y vuelta se hace por un camino de tierra en bastante mal estado y el trayecto se hace largo). El paisaje ha cambiado radicalmente; grandes masas arbóreas cubren el terreno y han sustituido a las enormes planicies de tierra de las que venimos.

Atravesamos la meseta respetando con pulcritud los límites de velocidad; las continuas señales de “rancho abierto” así lo aconsejan porque podemos toparnos con cabezas de ganado en cualquier momento. El Visitor Center del Natural Bridges National Monument nos da la bienvenida al parque y en él paramos para recoger un mapa, visitar el aseo y mostrar nuestro pase anual. El parque se visita a través de una carretera bien pavimentada de único sentido y que a través de un recorrido circular nos lleva a los puntos más interesantes del lugar antes de volver al inicio.

La visita resulta bastante agradable por varios motivos; la temperatura no es muy alta, apenas nos cruzamos con más visitantes en el parque y el lugar es interesante para pasar allí un par de horas. Realizamos paradas en los miradores de los tres puentes naturales que han sido excavados en el fondo del cañón por los cauces de agua. La primera parada la realizamos en el mirador desde el que se observa el puente natural conocido como Sipapu Bridge. Avanzamos y buscamos el punto en el que comienza la caminata que lleva hasta un punto desde el que se divisan las ruinas de Horsecollar, antiguos vestigios de asentamientos indios en la zona. Más tarde tenemos la posibilidad de observar el puente natural conocido como Kachina Bridge.





Para finalizar nuestra visita realizamos un pequeño trail hasta el Owachomo Bridge, que nos permite por primera vez apreciar de cerca el tamaño de estas moles de piedra natural que desafían las leyes del equilibrio y dejan patente nuestra insignificancia ante la propia naturaleza. A estas horas el calor comienza a apretar y lo mitigamos con la “barra libre” de refrescos que portamos en nuestra inseparable nevera. Volvemos a la carretera en busca de la 95, en dirección norte, al encuentro de Moab.




El paisaje vuelve a cambiar y comienzan a emerger enormes paredones de rocas rojizas que nos anuncian la proximidad de Arches, un parque a priori sorprendente sobre el papel y por las fotografías de sus paisajes. Desde la carretera divisamos las enormes letras blancas pintadas sobre la pared de roca que anuncian “The Hole in the Rock” (El agujero en la roca). Optamos por detener nuestra marcha unos minutos y darnos una vuelta por esta ubicación que nos depara algunas curiosidades en forma de esculturas, señales de época y extraños artefactos. Un lugar con encanto enfocado al negocio del turista que bien merece una pequeña parada.





Seguimos avanzando y veo como andamos justos de combustible pero sin llegar a la reserva. Estoy tentado de parar a repostar pero no lo hago porque después de atravesar Moab la entrada a Arches National Park apenas se encuentra unas millas más al norte, justo después de cruzar un puente que salva el río Colorado. Además tenemos el tiempo medido para llegar al Visitor Center a recoger las entradas para un trail guiado que reservamos hace meses por internet: el Fiery Furnace.

Pasamos por las casetas de acceso al parque y aparcamos en el Visitor Center el tiempo justo para recoger las entradas, nos indican el punto de encuentro con el ranger que nos guiará en el trail no sin antes insistirnos en las características del mismo; tenemos que estar preparados para saltar, reptar, pasar por lugares estrechos.... Se tarda unos 30-35 minutos en llegar allí y debemos estar con algo de antelación (el tour comienza a las 14.00 pm).

Miramos el reloj, tenemos que partir ya o no llegaremos. Tomamos la carretera principal del parque que se inicia con una subida jalonada por impresionantes paredes y rocas que son la antesala de lo que nos espera más adelante. La entrada al parque es impactante. Dejamos atrás el apartadero para dirigirse al Park Avenue, más tarde las Petrified Dunes y después la Balanced Rock. Arches nos está gustando y por ahora lo único que hemos visto ha sido desde la ventanilla del coche.

Más impactado me quedo yo cuando el chivato de la reserva hace su trabajo y la luz naranja se enciende. Trago saliva. Viendo las millas que hay que recorrer en el parque mi cabeza comienza a hacer números, ¿nos llegará el combustible para volver a Moab? Mientras realizo cálculos mentales Mary prepara unos bocatas que nos comemos al llegar al Fiery Furnace Viewpoint, punto de encuentro con el ranger. Cogemos una mochila, agua, algún pequeño snack y nos protegemos con crema solar. Estamos listos para la caminata.


Un grupo de unas 20 personas se arremolinan en el acceso al Fiery Furnace. El ranger, que resulta ser una chica, pasa lista y nos da unos breve charla de lo que nos vamos a encontrar. La zona del parque en la que se desarrolla el trail está formada por estrechos cañones entre rocas de gran tamaño que constituyen un intrincado laberinto. Aquí el acceso está restringido a los excursionistas y sólo se puede entrar con un ranger o con un permiso especial concedido por el parque.


Comienza el tour y a los 5 minutos avisan por radio a nuestra guía; van a acompañar a 4 japoneses que han llegado tarde para que se reúnan con el grupo. El tour es una especie de “visita” a lo largo del laberinto de cañones salpicada con multitud de paradas en las que la ranger nos da nociones interesantes de la formación geológica de los arcos, de la fauna del lugar, de la flora y del inestable equilibrio que propicia el desarrollo de este tipo de ecosistema.






La parte más divertida llega cuando tenemos que “trepar” a alguna roca para poder seguir avanzando, nos tenemos que deslizar por el hueco formado por dos paredes verticales o simplemente saltar por encima de alguna grieta del terreno. María tenía respeto a esta actividad porque se trataba de un tour programado para tener tres horas de duración (de 14.00 pm a 17.00 pm) y lo temía por el calor y por la posible dureza de la caminata. Nada más alejado de la realidad. Se trata de un “paseo” aderezado con saltos y maniobras entre las rocas que cualquier persona puede realizar y casi siempre a la sombra protegidos del sol; aún así hacen bien en avisarlo por exceso para que luego nadie se sorprenda o sus limitaciones físicas puedan derivar en dificultades inesperadas.





Al final del tour y protegidos por la sombra de un estrecho cañón la guía anima a todos los componentes del grupo a presentarse y a exponer los motivos que nos han llevado a elegir Arches como parada en nuestras vacaciones. Tanto María como yo coincidimos, nos alegramos de haber hecho el tour, aunque ha sido una actividad relajada, merece completamente la pena. Se conoce Arches desde otro punto de vista, un punto de vista completamente distinto al punto de vista que el visitante “promedio” suele apreciar. Nos ha encantado sumergirnos en las entrañas del parque y dejarnos llevar a través de algunos de sus rincones mágicos. Además hemos entablado conversación con una pareja de Tampa que está de vacaciones en el estado de Utah y que se han interesado por las mejores zonas de España para hacer turismo de naturaleza, en especial por el Camino de Santiago.

Nos despedimos de la amable ranger no sin antes hacernos una foto con ella y aprovecho para preguntarle por nuestro “problema” de autonomía en lo que al combustible se refiere. Sin reparos nos dice que no nos preocupemos, que disfrutemos de la puesta de sol en el parque y luego nos marchemos tranquilamente a Moab a repostar. “Te tomo la palabra, si nos quedamos sin gasolina diré que seguimos tu consejo” bromeo con ella. Cogemos el coche y nos desplazamos al siguiente punto marcado en nuestra hoja de ruta.


El aparcamiento del “trail head” del Delicate Arch conocido como Wolfe Ranch está lleno a estas horas y nos vemos obligados a aparcar en uno de los arcenes de la carretera de acceso, que ya empieza a estar atestado de vehículos. La temperatura es agradable y nos resulta llevadero el ascenso por la empinada ladera rocosa por la que gran cantidad de visitantes serpentean cansinamente hacia el que tal vez es el arco más famoso del parque y que además presta su imagen a las matrículas de los coches del estado.


Superada la inclinada rampa el camino da paso a una zona de transición entre rocas hasta llegar a una senda tallada en piedra que bordea el macizo rocoso y que finalmente y de manera súbita desemboca en una especie de promontorio. El Delicate Arch aparece ante nosotros, imperial y orgulloso ante las miradas de cientos de visitantes que se posicionan para tomar fotos con la mejor luz, la del atardecer.




La piedra rojiza del arco va cambiando de tonalidades a medida que el sol desciende y constituye un espectáculo indescriptible con palabras. Mientras observamos maravillados este prodigio de la naturaleza conversamos con una pareja de españoles; es su segundo viaje a la zona y visitan Arches después de haber pasado unos días en las Rocosas. Nos despedimos de ellos e iniciamos el camino de descenso al coche; nos permite deleitarnos con los colores del atardecer mientras el sol de esconde tras la línea de montañas.




Al llegar al Hyundai apenas hay luz y curiosamente volvemos a toparnos con la pareja de españoles que conocimos en el arco, están aparcados muy cerca de nosotros. Les digo medio broma medio en serio que voy en reserva hace varias millas y que lo mismo deberían ir detrás de nosotros no sea que nos quedemos sin combustible y les toque dar parte en la caseta de los rangers. Y así lo hacen, esperan a que carguemos las cosas en el coche y nos siguen con su todoterreno.

La salida del parque la realizamos en completa oscuridad, los faros de los coches forman una larga hilera que se alinea en busca de la carretera principal. Juego con la caja de cambios y el punto muerto para tratar de rentabilizar el combustible de la bajada. Llegamos a Moab y aparece una gasolinera. Objetivo conseguido. Nuestros inesperados colegas tocan el claxon al rebasarnos, les doy las gracias bajando la ventanilla y levanto el dedo pulgar en señal de victoria. ¡Que gente más maja!

Con el depósito lleno y la cabeza vacía de preocupaciones llegamos al Red Rock Lodge donde nos alojaremos en el día de hoy. Sin tiempo de ducharnos ni de cambiarnos de ropa salimos a buscar un restaurante local dónde elaboran su propia cerveza. Hay tiempo de espera para cenar sentados así que escogemos la opción de una mesa alta cerca de la barra y justo al lado de la mampara de cristal a través de la que se ven los tanques empleados para la fabricación de cerveza.

Aparentemente hay poco turistas y algunos lugareños se concentran en esta zona del local para ver en grandes pantallas un partido de fútbol americano que está siendo televisado. Bar típicamente americano forrado de madera en un ambiente propio del país; ver un partido de uno de los deportes nacionales. Llevados por el entusiasmo pedimos algo para picar y entre las elecciones figuran unas alitas de pollo al estilo “Fiery Furnace” para rememorar el tour realizado esa misma tarde. Por un momento nos olvidamos de la traducción del nombre del tour (el horno caliente) y las alitas hacen honor a su nombre; muy, muy picantes. No pasa nada, pedimos otra ronda de cervezas. En Utah hacen buena cerveza, damos fe de ello. Empezamos a hablar de lo que nos espera al día siguiente, será una jornada muy apretada; iremos decidiendo sobre la marcha lo que preferimos hacer en cada momento.


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