lunes, 24 de noviembre de 2014

Prólogo

Corría el mes de mayo bien avanzado y aún no habíamos decidido destino para el viaje del año en curso. Nunca he tenido reparo en planificar las vacaciones, es más, para mí siempre ha sido objeto de motivación. Sin embargo en esta ocasión la pereza me embargaba y una molicie reprobable se había apoderado de mi espíritu organizativo.

Únicamente había algo claro, el mes de septiembre era el elegido para realizar el viaje. Un viaje, a ser posible, de tres semanas. En los habituales debates en los que se ponen sobre la mesa supuestos destinos María me había insinuado en alguna ocasión la posibilidad de la costa oeste de Estados Unidos. Mi ignorancia supina me hacía presuponer erróneamente que esa opción se limitaría a visitar ciudades del Pacífico y zonas costeras.

No obstante todo mi equivocado planteamiento cambia cuando María me envía el enlace de un blog de un padre de familia que junto a los suyos recorre parajes de aquella zona del globo terráqueo en su particular Road Trip. Me basta poner el ojo en las fotografías que ilustran su relato para darme cuenta del error en el que había vivido en tiempos pretéritos.

Me lanzo a leer más diarios de viajeros que se han aventurado por aquellos lares para darme cuenta que el potencial de la naturaleza de la costa oeste es enorme, la diversidad de paisajes abrumadora, también existe alguna ciudad que siempre me había llamado la atención, los fotogénicos paisajes de los westerns, pero sobre todo lo que más me gustó fue el hecho de poder organizar un viaje a la medida de cada uno.

Aunque las rutas y lugares más comúnmente visitados coinciden en la mayor parte de los casos, existe tal variedad de actividades a realizar (aptas para todos los gustos) y tal enormidad de sitios distintos por los que dejarse caer, que es casi imposible que dos viajeros calquen sus viajes. Y mientras tanto María, encantada con que el destino estuviera a punto de materializarse, se pone a buscar vuelos.

Supero la angustia y el agobio inicial que me entra al tener que preparar un viaje tan largo y en el que íbamos a recorrer muchas millas, a dormir cada noche en un sitio, sobre todo por el poco tiempo del que disponemos para planificarlo (he leído que hay gente que tarda entre 6 y 12 meses en llevar a cabo ese cometido). Y supero esos impedimentos porque ya tengo inoculado en mi cuerpo el virus de la costa oeste; aunque nos espera un verano por delante en el que habrá que sacrificar algunas horas de luz y de sol para poder sumergirse en los foros de internet y buscar buena información de cara a nuestra aventura americana, ya hemos tomado la decisión. 

El mes de mayo agonizaba en el calendario cuando encontramos una buena oferta con vuelos directos a Los Angeles (que una semana antes había sido mejor, pero que no nos arriesgamos a coger hasta tener firmadas las vacaciones). Teníamos destino, fechas y vuelos. Ahora comenzaba lo más complejo, conseguir unir las piezas de un enorme rompecabezas que se diseminan sobre el enorme tablero de la información.




Arranca la cuenta atrás que nos lleva al reparto de tareas, a las consultas, a los quebraderos de cabeza a la hora de encajar el itinerario, a los inevitables y dolorosos descartes (es imposible abarcar todo, aunque uno hipotéticamente decidiera no dormir durante todo el viaje para aprovechar el tiempo). Y así llegamos a Septiembre, el período que transcurre entre que decidimos destino y finalmente partimos hacia él constituye los llamados preparativos del viaje, parte fundamental y porque no decirlo, que a mí personalmente me encanta.



1 comentario:

  1. Muy buenas,

    Estoy montando mi viaje de novios a la Costa Oeste y quiero hacer una ruta muy parecida a la tuya. Me gustaría comentarte unas dudas. ¿Podrías pasarme un mail? Muchas gracias!

    ResponderEliminar